
Con la llegada de Alessandro Michele a la dirección creativa de Valentino, el mundo puso la mirada en la Alta Costura. Su posicionamiento estético en el lado del maximalismo hacía presagiar que este nuevo capítulo en su carrera artística iba a ofrecer grandes momentos. Pero, a su manera, iba a hacerlo, ídem, a su manera. Primera decisión, apoyada por su CEO, Jacopo Venturini: limitarse a un desfile anual, en enero, desechando la cita de julio con la moda de élite. “La artesanía que exige será aún más venerada al otorgarle el lujo del tiempo”, rezaba el comunicado.Valentino Alta Costura 2025Daniele Venturelli/Getty ImagesDenominar a cualquier obra Vertigineux (vertiginoso en español) puede ser una trampa mortal: la indiferencia no es la peor de las reacciones. Pero Michele, el filósofo de la moda (acaba de publicar el libro The Philosophy of Fashion) nunca se excede, a diferencia de sus creaciones. Domina un campo tan desprovisto de consenso como es el de la emoción, y si él anuncia emociones fuertes, es que las habrá. Así titulaba su primera colección de Alta Costura para Valentino, también la primera del creativo al mando de una maison parte de la Chambre Syndicale de la Haute Couture.Valentino Alta Costura 2025Daniele Venturelli/Getty ImagesValentino Alta Costura 2025Daniele Venturelli/Getty ImagesEn sus años en Gucci introdujo códigos propios de la costura, pero nunca se adentró oficialmente en este exclusivo club, centrándose, en su lugar, en el prêt-à-porter, en accesorios superventas (y superlikes) y en hacer de la casa de la doble G una culture brand. En cambio, en la casa fundada por Valentino Garavani y Giancarlo Giammetti en 1960, esta división es más que estratégica: ya lo era en manos de su anterior diseñador, Pierpaolo Piccioli, y promete serlo ahora, con Michele al frente.Valentino Alta Costura 2025Daniele Venturelli/Getty ImagesValentino Alta Costura 2025Daniele Venturelli/Getty ImagesLa cita era en el parisino Palais Brongniart, un emblemático edificio neoclásico que fue la sede de la Bolsa de París. La lluvia del exterior sumaba mayor drama al ambiente. En el interior, oscuridad y una iluminación azul añil que, de manera intermitente, revelaba un decorado consumado en cortinas drapeadas. La música, fantasmagórica, anticipaba ese sentido vertiginoso que articularía conceptualmente la propuesta. El misterio iba a ser revelado: fundido a negro y, después, una sucesión de lo que parecía código web en luces rojas. Se trataba de una lista de palabras que bien podrían haber sido extraídas al azar de cualquier texto, lectura o captura de pantalla del propio Michele: Tilda, Orlando, mother-of-pearl, sculpture, chiffon, catharsis y un largo etcétera de lo que podrían ser algunas de sus obsesiones.
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Autor: Patricia Moreno