
Las recientes declaraciones de Sam Brownback, exembajador en general para la libertad religiosa internacional, han puesto sobre la mesa no solo el compromiso de Estados Unidos con este derecho, sino también las diferencias ideológicas entre administraciones y la falta de impacto real en la lucha contra la persecución religiosa en muchos países. ¿Un compromiso real o un arma geopolítica? © iStock. La Oficina de Libertad Religiosa Internacional fue creada en 1998 con el objetivo de defender a las comunidades perseguidas por su fe. Desde entonces, diferentes administraciones han utilizado este tema con diversos enfoques: 🔹 Donald Trump convirtió la libertad religiosa en un eje central de su política exterior, organizando eventos sin precedentes en la ONU y el Departamento de Estado.
🔹 Joe Biden mantuvo parte de las iniciativas previas, pero con un menor nivel de prioridad, según Brownback.
Sin embargo, más allá de las reuniones y cumbres internacionales, ¿realmente ha cambiado la situación de los perseguidos religiosos en el mundo? Países como China, Irán, Arabia Saudita, Afganistán y Pakistán siguen violando sistemáticamente este derecho sin mayores consecuencias.
Es aquí donde surgen las preguntas incómodas: ¿Por qué algunos países reciben sanciones mientras que otros con problemas similares mantienen estrechas relaciones con Washington?
Estados Unidos ha sido especialmente duro con China, país al que Brownback acusó de estar «en guerra con la fe». Sin embargo, Arabia Saudita, donde la persecución religiosa es brutal y las minorías apenas tienen derechos, sigue siendo un aliado estratégico de Washington.
El doble rasero de la política exterior estadounidense © iStock. Brownback subraya que los totalitarismos «odian» la libertad religiosa y que los gobiernos comunistas «no pueden tolerarla». Pero esta narrativa genera una visión parcializada de la realidad: 📌 Arabia Saudita prohíbe cualquier religión que no sea el islam, castiga la conversión con la pena de muerte y restringe severamente la práctica del cristianismo. Sin embargo, sigue siendo un socio comercial clave de EE.UU.
📌 Pakistán aplica estrictas leyes contra la blasfemia, lo que ha llevado a la persecución y encarcelamiento de cristianos, hindúes y otros grupos. A pesar de ello, sigue recibiendo asistencia militar y financiera de EE.UU. 📌 India, gobernada por el partido nacionalista hindú BJP, ha visto un aumento de la violencia contra minorías religiosas, especialmente musulmanes y cristianos. Sin embargo, Washington sigue fortaleciendo sus relaciones con el país.
Entonces, si el gobierno estadounidense realmente priorizara la libertad religiosa sobre sus intereses políticos y económicos, ¿no debería actuar con la misma contundencia contra sus aliados violadores de derechos humanos? El debilitamiento del liderazgo estadounidense en este tema © iStock. Brownback también criticó la administración Biden por no darle suficiente peso al embajador en general para la libertad religiosa internacional, Rashad Hussain. Según él, el problema es que si un diplomático no tiene el respaldo del presidente o del secretario de Estado, su influencia es mínima.
Pero, ¿qué significa realmente «respaldar» la causa? ¿Más discursos, más cumbres o acciones concretas? El hecho de que los gobiernos cambien su postura según sus intereses demuestra que la libertad religiosa es un valor que se usa como arma diplomática, pero no como un principio absoluto. Si en verdad se quisiera proteger la libertad religiosa: ✅ Se sancionaría a todos los países que violan este derecho, sin importar su relación estratégica con EE.UU.
✅ Se presionaría a través de organismos internacionales para garantizar garantías reales a las minorías religiosas, más allá de discursos simbólicos. ✅ Se invertiría en programas de protección directa a comunidades perseguidas, en lugar de solo denunciar a sus opresores. ¿Un retroceso en la lucha por la libertad religiosa? © iStock. Brownback insiste en que los derechos humanos han retrocedido en los últimos 20 años, algo que, paradójicamente, ha ocurrido bajo la vigilancia de Estados Unidos como «líder» en este ámbito. Si la libertad religiosa es «la madre de todas las libertades», como señala Brownback, entonces EE.UU. debería replantear su estrategia y dejar de politizar un derecho que, en teoría, debería ser universal.
El desafío no es solo denunciar la represión religiosa en China o en Irán, sino también mirar hacia sus propios aliados y actuar con la misma firmeza en todos los casos. En este punto, la pregunta es inevitable: ¿Está Estados Unidos realmente comprometido con la libertad religiosa, o solo la defiende cuando le conviene?
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Autor: Martín Nicolás Parolari