
Resulta que no solo intercambiamos fluidos con nuestros compañeros de cama. Esta semana un nuevo estudio demostró que además dejamos restos del microbioma particular de nuestros genitales, lo que se conoce como “sexoma”. Los investigadores de la Universidad Murdoch de Australia encabezaron el estudio que buscaba probar si nuestros microbiomas – las bacterias que viven sobre o dentro de nuestros cuerpos – podrían ser marcadores viables para las investigaciones forenses ante un crimen. Utilizando la secuenciación genética pudieron identificar de manera confiable los restos de bacterias genitales que las personas transfieren durante el coito a sus compañeros de cama. Es un hallazgo fascinante, ya que la técnica que resulta del estudio podría refinarse como herramienta nueva para resolver casos de abuso o ataque sexual, según dicen los investigadores. Nos guste o no, nuestros cuerpos están llenos de bacterias, y eso incluye a nuestros genitales. Afortunadamente son bacterias que (en general) no causan daño y muchas veces son esenciales para el funcionamiento normal de nuestro organismo. Muchos científicos se han ocupado de estudiar la forma en que nuestros microbiomas influyen en nuestra salud (en particular, en el sistema digestivo) pero los investigadores de Murdoch querían ver si la composición particular de las bacterias de cada persona podía aprovecharse como método para la identificación forense, y más específicamente, los microbios que viven en nuestros genitales.
Bacterias del pene o vagina Decidieron llamar “sexoma” a las bacterias que viven en nuestros penes o vaginas. “En la ciencia forense trabajamos sobre el concepto de que todo contacto deja rastros. Con las huellas digitales es, obviamente, residuos de piel y en el caso del sexoma utilizamos las comunidades bacterianas sanas que viven sobre y dentro de nuestros cuerpos como medio para detectar esa transferencia”, le dijo a Gizmodo Brendan Chapman, investigador y científico forense de Murdoch.
A menudo los científicos examinan la composición de los microbiomas con la secuenciación genética de un segmento de ARN ribosomal llamado 16S. Históricamente los científicos solo han podido leer (y armar) tramos cortos de 16S cada vez, lo que les permite diferenciar grupos de bacterias. Pero hoy la tecnología ha avanzado al punto de que los científicos como Chapman pueden identificar estas bacterias con mayor claridad.
“Tenemos ahora sistemas más avanzados para la secuenciación paralela masiva que puede analizar tramos más largos de esa región 16S, lo que significa que podemos ver mejor el rastro, y es como si supieras los nombres de los capítulos de un libro, y luego pudieras leer las palabras que hay en las páginas”.
Parejas monógamas heterosexuales como sujetos de estudio En el estudio que publicaron en iScience el miércoles Chapman y su equipo, participaron 12 parejas monógamas heterosexuales. Se secuenciaron sus sexomas de base (con hisopado de genitales) y se les pidió que se abstuvieran de tener sexo durante diferentes períodos (de dos a 14 días) y que luego volvieran a tener sexo. Entonces re-analizaron sus sexomas.
“Encontramos que había variantes de secuencias de ADN particulares de la mujer que podíamos identificar en el varón y viceversa”, dijo Chapman. Los factores como el vello público o la circuncisión del hombre no parecieron afectar la transferencia de unos a otros. El uso del condón (que usaban tres de las parejas) sí afectaba las transferencias, y ahora la mayoría de las bacterias hisopadas provenían de la mujer, y pasaban al hombre. Pero eso sigue sugiriendo que los científicos pueden usar este método para identificar a potenciales abusadores sexuales o violadores, incluso si la persona utilizó un condón.
Hacen falta más estudios y más tiempo para saber si nuestros sexomas de veras podrían convertirse en el nuevo horizonte de la investigación forense. Los investigadores señalaron que la menstruación parecía cambiar la conformación del microbioma de la mujer, por ejemplo, de modo que hace falta entender mejor estos cambios y registrarlos en mapeos. Hay otras preguntas importantes, como el tiempo que tardarían las bacterias hisopadas en dejar de ser rastreables. Pero Chapman y su equipo, que incluye a Ruby Dixon que prepara su doctorado con este estudio, tienen esperanzas sobre el potencial de su trabajo. “Es temprano todavía y tenemos mucho trabajo por delante antes de que esto pueda usarse legalmente, pero confiamos en que el análisis del sexoma se convierta en una herramienta más del ADN forense para identificar a los agresores sexuales”, dijo Chapman.
Más allá de la aplicación forense, el saber más sobre nuestros sexomas importa. “En general, cuanto más entendamos la relación que tenemos con las bacterias que llevamos encima, mejor podremos usarlas para mejorar la salud. Ya sabemos que el microbioma importa en lo que refiere a la salud digestiva, y probablemente pase lo mismo con el sexoma, que podría brindar protección al microentorno vaginal y tal vez hasta relacionarse con la fertilidad”, concluyó Chapman.
Este artículo ha sido traducido de Gizmodo US por Lucas Handley. Aquí podrás encontrar la versión original.
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Autor: Lucas Handley