
Publicado por
Christian Pérez
Redactor especializado en divulgación científica e histórica
Creado:
14.02.2025 | 12:04
Actualizado:
14.02.2025 | 12:04
La historia de la humanidad está llena de relatos de conquistas, guerras y civilizaciones en ascenso y caída, pero también de amor, deseo y poesía. Hace más de 4.000 años, en la antigua Mesopotamia, un poeta anónimo plasmó en una pequeña tablilla de arcilla la expresión más primitiva del amor romántico que ha llegado hasta nuestros días, conocida como Canción de amor para Shu-Sin. Descubierta en el siglo XIX en la ciudad sumeria de Nippur, en la actual Irak, esta pieza de escritura cuneiforme revela no solo los sentimientos de una persona en la antigüedad, sino también el profundo simbolismo de la unión entre el rey y la diosa en la cultura sumeria.
Un hallazgo que cambió la visión de la poesía antigua
A lo largo del siglo XIX, los arqueólogos emprendieron excavaciones en Mesopotamia con la esperanza de hallar evidencias que respaldaran los relatos del Antiguo Testamento. Aunque su propósito inicial podía ser más amplio, la necesidad de justificar su trabajo ante la opinión pública y sus patrocinadores los llevó a centrar sus esfuerzos en la búsqueda de vínculos entre los textos bíblicos y la historia material. Sin embargo, en lugar de las pruebas directas que esperaban, se toparon con miles de tablillas de arcilla inscritas en cuneiforme, que revelaban algo sorprendente: muchas de las historias que hasta entonces se consideraban exclusivamente bíblicas tenían orígenes mucho más antiguos, profundamente arraigados en la tradición mesopotámica. Este hallazgo no solo transformó la comprensión de la historia sagrada, sino que también obligó a replantear la evolución de la escritura, la religión y la transmisión cultural en la antigüedad.
En 1845, el arqueólogo Austen Henry Layard inició excavaciones en la antigua ciudad de Kalhu, con la asistencia de Hormuzd Rassam. Bajo una fuerte presión para hallar vestigios que respaldaran las narraciones bíblicas, Layard llegó rápidamente a la conclusión de que la ciudad que había descubierto era Nínive. Su entusiasmo quedó plasmado en su libro Nínive y sus restos (1849), cuya publicación resultó en un éxito inmediato, impulsado por la notoriedad de Nínive en la Biblia. El impacto de esta obra despertó un renovado interés en Mesopotamia, y múltiples expediciones fueron enviadas a la región con el propósito de encontrar otras ciudades mencionadas en los textos sagrados.
El arqueólogo Austen Henry Layard. Foto: Wikimedia / Christian Pérez
Sin embargo, estas misiones arqueológicas no solo no confirmaron las expectativas de quienes buscaban pruebas de la historicidad bíblica, sino que terminaron revelando algo mucho más trascendental. Durante las excavaciones en el verdadero emplazamiento de Nínive entre 1846 y 1847, Layard desenterró la majestuosa biblioteca del rey asirio Asurbanipal (668-627 a.C.). Entre las miles de tablillas cuneiformes recuperadas, posteriormente traducidas por el célebre George Smith, se hallaron textos que contenían relatos sorprendentemente familiares: la historia de la Caída del Hombre, el Gran Diluvio y un arca salvadora no eran exclusivas del Libro del Génesis, sino narraciones mesopotámicas mucho más antiguas, adaptadas por escribas hebreos siglos después.
Uno de los hallazgos más reveladores fue un poema de amor escrito alrededor del 2000 a.C., Canción de amor para Shu-Sin. Hasta entonces, el Cantar de los Cantares de la Biblia (conocido también como Cantar de Salomón o Cantar de los Cantares de Salomón), fechado entre los siglos VI y III a.C., se consideraba la expresión literaria más antigua de pasión romántica. El descubrimiento de este poema sumerio no solo desplazó a la obra bíblica como el poema de amor más antiguo conocido, sino que también evidenció la profunda influencia de la literatura mesopotámica en las culturas posteriores, redefiniendo la historia de la escritura y la poesía.
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A pesar de su relevancia histórica, la tablilla permaneció olvidada durante décadas en un almacén del Museo Arqueológico de Estambul. Fue en la década de 1950 cuando el experto Samuel Noah Kramer la redescubrió y se dio cuenta de su significado. Su traducción reveló un poema cargado de emoción y erotismo, una declaración de amor que, pese a los milenios transcurridos, sigue resonando con la misma intensidad.
La tablilla, conocida como "Estambul 2461″, se conserva en el Museo Arqueológico de Estambul y ha sido traducida por diversos expertos en sumerología. En su contenido, se pueden leer versos cargados de ternura y deseo, en los que una mujer exalta la belleza de su amado y expresa su anhelo de compartir la intimidad con él. Aunque el nombre del autor se ha perdido en la historia, los estudiosos coinciden en que la composición formaba parte de un ritual de matrimonio sagrado, una ceremonia en la que el rey encarnaba al dios Dumuzi y su consorte representaba a la diosa del amor y la fertilidad, Inanna.
El contexto en el que se recitaba el poema era crucial para la sociedad sumeria. No se trataba solo de una manifestación personal de amor, sino de una parte fundamental del ciclo agrícola y religioso. En la mentalidad de aquella civilización, la prosperidad de las cosechas y la estabilidad del reino dependían de la armonía entre los dioses, un equilibrio que el monarca debía asegurar a través de su unión simbólica con la diosa.
El poema de amor más antiguo conocido, Canción de amor para Shu-Sin (c. 2000 a.C.), fue escrito en la antigua Mesopotamia como parte de rituales sagrados de fertilidad. Foto: Wikimedia / Christian Pérez
¿Qué dice el poema?
La siguiente traducción de La canción de amor de Shu-Sin proviene de la obra La historia empieza en Sumer, escrita por el renombrado Samuel Noah Kramer:
«Esposo, amado de mi corazón.
Grande es tu hermosura, dulce como la miel.
León, amado de mi corazón,
Grande es tu hermosura, dulce como la miel.
Tú me has cautivado, déjame que permanezca temblorosa ante ti;
Esposo, yo quisiera ser conducida por ti a la cámara.
Tú me has cautivado, déjame que permanezca temblorosa ante ti;
León, yo quisiera ser conducida por ti a la cámara.
Esposo, déjame que te acaricie;
Mi caricia amorosa es más suave que la miel.
En la cámara llena de miel,
Deja que gocemos de tu radiante hermosura;
León, déjame que te acaricie;
Mi caricia amorosa es más suave que la miel.
Esposo, tú has tomado tu placer conmigo;
Díselo a mi madre, y ella te ofrecerá golosinas;
A mi padre, y te colmará de regalos.
Tu alma, yo sé cómo alegrar tu alma;
Esposo, duerme en nuestra casa hasta el alba.
Tu corazón, yo sé cómo alegrar tu corazón;
León, durmamos .en nuestra casa hasta el alba.
Tú, ya que me amas, Dame, te lo ruego, tus caricias.
Mi señor dios, mi señor protector,
Mi Shu-Sin, que alegra el corazón de Enlil,
Dame, te lo ruego, tus caricias.
Tu sitio dulce como la miel.
Te ruego que pongas tu mano encima de él,
Pon tu mano encima de él como sobre una capa-gishban,
Cierra en copa tu mano sobre él
como sobre una capa-gishban-sikin.
Éste es un poema-balbale de Inanna.».
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La relación entre amor y fertilidad en Sumeria
A diferencia de otras sociedades antiguas, en Sumeria el erotismo no era un tema tabú. Al contrario, se celebraba como un elemento fundamental de la vida y de la religión. El poema, con sus versos que exaltan la belleza y el deseo, formaba parte de un ritual en el que la pasión y el amor eran vistos como un reflejo del equilibrio cósmico.
El ritual del matrimonio sagrado era un evento de gran importancia que se realizaba en los templos, especialmente durante festivales vinculados a la fertilidad y el renacimiento de la naturaleza. En estas ceremonias, la sacerdotisa elegida para representar a Inanna pasaba por un proceso de preparación que incluía baños purificadores, ungüentos aromáticos y vestimentas elaboradas. El rey, por su parte, se acercaba al templo en una procesión solemne, acompañado por músicos y sacerdotes. Luego de la recitación del poema y el intercambio de obsequios, la pareja simbólica se retiraba a una estancia especial para consumar la unión, asegurando así la prosperidad del reino y la fecundidad de la tierra.
Los versos inscritos en la tablilla reflejan la importancia de este acto. La mujer se dirige a su amado con palabras llenas de dulzura y admiración, comparándolo con un león y describiendo su belleza como “dulce como la miel”. Estas metáforas no solo resaltan la pasión en la relación, sino que también evocan la naturaleza divina del monarca, quien debía encarnar la virilidad y la fuerza de los dioses.
La unión de Inanna y Dumuzi representaba el vínculo sagrado entre la diosa del amor y la fertilidad y su consorte divino, uniendo el cielo y la tierra en un ritual que simbolizaba la renovación de la vida y la prosperidad para el pueblo sumerio. Foto: Wikimedia / Christian Pérez
¿Una simple declaración de amor o un mensaje político?
Shu-Sin gobernó la ciudad de Ur en un periodo que los historiadores sitúan entre dos cronologías distintas: según la "cronología corta", su reinado se extendió del 1973 al 1964 a.C., mientras que la "cronología larga" lo ubica entre 2037 y 2029 a.C. Debido a esta discrepancia, la datación de su célebre poema de amor varía entre el 2030 y el 1965 a.C., aunque la mayoría de los estudiosos coinciden en fecharlo alrededor del 2000 a.C.
Este monarca fue el hijo menor de Shulgi de Ur, uno de los grandes reyes del Período Ur III (2047-1750 a.C.). Tras la muerte de su hermano Amar-Suen, quien logró contener revueltas pero falleció trágicamente por la picadura de un escorpión, Shu-Sin ascendió al trono y es recordado como uno de los gobernantes más destacados de su dinastía.
Más allá de sus hazañas políticas, Shu-Sin dejó un legado literario sin precedentes. Su nombre aparece no solo en el poema de amor más antiguo conocido, sino en una serie de composiciones eróticas en acadio que, según el historiador Stephen Bertman, presentan un formato dialógico similar al Cantar de los Cantares de la Biblia. Esto demuestra que, mucho antes de la consolidación de los textos bíblicos, los mesopotámicos ya escribían sobre el deseo, la pasión y la intimidad en formas que influirían en las tradiciones literarias posteriores. Shu-Sin, con su historia y su legado, no solo fue un rey, sino también una de las primeras figuras en ser inmortalizadas en la poesía amorosa de la humanidad.
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Si bien el contenido del poema parece ser una expresión genuina de amor, algunos investigadores creen que su función iba más allá de lo personal. La relación entre el rey y la diosa, representada por la sacerdotisa, tenía un significado político: reforzaba la legitimidad del monarca como intermediario entre los dioses y los hombres.
En una sociedad donde la estabilidad del reino estaba ligada a la voluntad de las deidades, la idea de que el gobernante era el elegido por los dioses para asegurar la prosperidad y el orden era crucial. El matrimonio sagrado servía como una reafirmación de este papel, asegurando a la población que su rey estaba en armonía con las fuerzas divinas.
La elección de una sacerdotisa para desempeñar el papel de Inanna tampoco era casual. Estas mujeres, que pertenecían a la élite de la sociedad sumeria, eran educadas en los templos desde temprana edad y desempeñaban un rol clave en la vida religiosa. Su participación en el ritual no solo consolidaba el poder del monarca, sino que también reforzaba la importancia de los templos como centros de poder espiritual y económico.
Un testimonio eterno del amor y la cultura sumeria
Más allá de su importancia histórica y religiosa, la tablilla de Estambul 2461 es una prueba de que el amor ha sido una constante en la historia de la humanidad. A pesar de los milenios transcurridos, los sentimientos expresados en el poema son sorprendentemente cercanos a los que cualquier persona puede experimentar en la actualidad.
Este hallazgo, además, nos permite comprender mejor la riqueza cultural de la civilización sumeria. A menudo se recuerda a Sumeria por sus avances en escritura, matemáticas y astronomía, pero sus aportes a la literatura y la poesía son igualmente notables. El hecho de que el poema haya sido preservado hasta nuestros días es un testimonio del valor que los sumerios daban a la palabra escrita y a la transmisión del conocimiento.
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En la actualidad, la tablilla sigue fascinando a arqueólogos, historiadores y visitantes del Museo Arqueológico de Estambul, donde se exhibe como un símbolo de la conexión eterna entre el amor, la poesía y la historia. Con cada nueva interpretación y análisis, la historia de este poema sigue revelando nuevos matices, recordándonos que, aunque los tiempos cambien, la esencia del amor permanece inalterable.
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Autor: christianperez