
<p class="caption-title "> </p> <span class="caption-author ">MUSEO DEL PRADO</span>
El siglo que transcurre desde 1525, con la derrota francesa en la batalla de Pavía, hasta la rendición de Breda en 1625 es probablemente la centuria de gloria de las armas hispanas. Los tercios, los temibles y con fama de invencibles tercios, son causa y efecto de una superioridad militar que explica buena parte del prolongado dominio español, pero no hay que olvidar las notables gestas navales del periodo. Y ello, al mismo tiempo que la extensión de imprentas y universidades en los dominios de la corona de los Habsburgo, más el auge de la ingeniería, el derecho o la economía, así como diversas exploraciones y una expansión general del conocimiento desmienten en buena medida nuestra esencia de país de predicadores, censores, teólogos y beatos. Pero no se alarmen, que no me ha dado ningún ataque súbito de fervor patriótico y vindicación del imperio…
Más bien quiero hablarles del año del Señor de 1625, el llamado annus mirabilis , año maravilloso, de la monarquía de los Austrias. No solo se tomó Breda, que en su día pasó por ser algo así como la culminación de largos años de intentar dominar lo que hoy son Bélgica y los Países Bajos, sino que, además, las victorias de Felipe IV parecían alentar un potente renacer del poderío de la, por entonces, nación dominante del orbe. Se reconquistó con una flota hispano-lusa San Salvador de Bahía, hoy Salvador, que había sido rendida y ocupada por los holandeses. Se derrotó a una enorme fuerza expedicionaria inglesa que intentó infructuosamente tomar Cádiz y se sucedieron victorias más que notables como, por ejemplo y para no alargarme, el socorro de Génova, que aseguró el camino español, o la recuperación de San Juan de Puerto Rico.
EE.UU., otra potencia al parecer invencible, como la España de 1625, podría vivir su año maravilloso
1625 es el año en el que parece que el poderío militar español es incuestionable, un año maravilloso que tiene su culminación en el cuadro de Velázquez que refleja la rendición de la plaza fuerte de Breda y cómo Nassau entrega las llaves de la ciudad a Spínola, rodeados ambos por las famosas lanzas con las que se conoce también a esta pintura y con los españoles lejos de ser los harapientos y salvajes soldados que probablemente lograron el triunfo en el asedio. Es una obra de propaganda para la corte, pero enmascara, junto con ese año de victorias deslumbrantes, la realidad de un país que se había desangrado.
La deuda devoraba las arcas públicas, la demografía era un desastre y la corrupción y la burocracia socavaban un imperio que ya no era capaz de defender sus extensísimas posesiones, mientras esos mismos ejércitos victoriosos estaban exhaustos y mal pagados, si es que llegaba la paga. El monarca y su valido, el conde-duque de Olivares, festejaron la rendición de Breda hasta con la construcción del palacio del Buen Retiro, pero, mientras la corte celebraba lo que era un año triunfante, el hambre y la miseria –perdón por ponerme melodramático– eran ya moneda corriente en ese mismo imperio. Las letras del XVII, siempre las letras, pueden darnos buena cuenta y más cabal imagen de lo que sucedía en una realidad que estaba muy lejos de ser maravillosa.
MUSEO DEL PRADO
Se cumplen cuatrocientos años y otra potencia militar aparentemente invencible, Estados Unidos, pudiera ser que esté en su año maravilloso. Trump así lo proclama a diario. Y es obvio que nada es exactamente igual ni mucho menos comparable, pero algún eco de la crisis de la deuda, la desigualdad rampante y el bienestar menguante no puedo evitar que resuene en mi cabeza.
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Daniel Fernández
Sí, época y protagonistas muy distintos, pero el planeta sigue siendo el mismo. Y que cuando se habla del eje indopacífico no se mencione el galeón de Manila no quiere decir nada más que se desconoce la historia y que hay poca gente con lecturas cerca de los líderes. Porque ya no es que 1625 pase casi del todo desapercibido en España y que no aprovechemos la ocasión para reflexionar sobre nuestro pasado y nuestro presente, es que ese mismo año supuso el triunfo y el fin del poder de los Austrias. La vida y la muerte. Como acabó causando la guerra civil inglesa y favoreciendo el amanecer de una Francia que siempre se opuso a que España pudiese alcanzar el centro de Europa. Breda, por cierto, volvió a manos holandesas. Todo pasa. Nada permanece.
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Autor: Daniel Fernández Gutiérrez