
<p class="caption-title "> </p> <span class="caption-author ">Servicio de Prensa Presidencial de Ucrania / AFP</span>
Ya nada me sorprende, pero aún me indignan ciertas cosas. Allí estaban la semana pasada, de madrugada, fumando a las puertas de un hotel de lujo de Barcelona, varios varones ucranianos, de esos a los que mejor no mirar, rodeados de amigas putas o putas amigas, viviendo la vida y un cochazo de matrícula ucraniana en la puerta.
Servicio de Prensa Presidencial de Ucrania / AFP
Hace tres años, los carros de combate de Rusia se plantaban a las puertas de Kyiv, y Europa –o sea, nosotros– asistía incrédula a la reaparición del mundo analógico, al blanco y negro del totalitarismo. Aunque capital europea moderna, Kyiv no es París, y sin embargo allí merodeaban los lobos, esperando el momento de fotografiarse en la simbólica Maidán, la plaza de la Independencia.
En la hora de la traición, lo mínimo es recordar a los ucranianos muertos por nuestros valoresContra todo pronóstico, los ucranianos contuvieron la ofensiva acorazada rusa, cuyo aliento en el cogote flotaba en las avenidas silenciosas de Kyiv. Y para que eso no sucediera fue capital que un titiritero, Volodímir Zelenski, rechazase la oferta estadounidense de sacarle por piernas del país. A partir de ese gesto –de los que marcan o no la grandeza de un líder–, el pueblo ucraniano no solo contuvo al ejército ruso, sino que le hizo retroceder a sabiendas de que en lugar de una paz sin honra les venía una guerra con muertos.
(Si Putin anda crecido, ¿cómo estaría ahora él –y nosotros– de haber tomado Kyiv en el 2022?).
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Joaquín Luna
Han muerto y mueren por nosotros los ucranianos, y la paradoja es que muchos europeos votan a las fuerzas que relativizan la dimensión heroica de su lucha y aun parecen afearla: hay que ser idiota para arriesgar la vida por valores como la libertad y la democracia.
Todos aquellos ucranianos que empuñaron las armas, trabajaron sin respiro en los hospitales, rezaron en las iglesias o pusieron a salvo a su familia para regresar en trenes fantasmagóricos creían estar defendiendo los valores de Europa frente al mundo tiránico de Putin.
En la hora de la traición de Estados Unidos a Ucrania y el postureo europeo, conste al menos en acta el reconocimiento de muchos por la coherencia y el sacrificio mostrado por el pueblo ucraniano, tan machacado por la geografía (y por el presidente Trump).
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Autor: Joaquín Luna Morales