
Cortesía de Random HouseUna historia queer, pero una de esas en la que la cuestión se incorpora a la trama con la mayor de las naturalidades. Consigue así la autora que lo que se cuenta aquí, desde el esperpento y el humor, resuene en cualquiera que haya vivido una adolescencia como la de la protagonista. “Agradezco que quien la lee ponga el foco en lo queer porque para mí es importante. Está el libro plagado de lesbianas. Hay algo universal en las adolescencias queer que tiene que ver con la falta de referentes”, introduce. “Por fortuna cada vez hay más. Creo que el libro habla de las primeras veces que admiras a alguien. Suele decepcionar porque se idealizan mucho esas personas. Al humanizarlas es cuando desaparecen de tu vida. Creo que eso es lo que tiene de universal lo que cuenta la novela, más allá de la telequinesis o los elementos absurdos”, continúa. “Se habla mucho de la segunda adolescencia que tiene la gente queer cuando entra en la veintena y a este personaje le llega cuando se va a Granada. En la primera solo estás de observadora, no sabes quién eres y todos a tu alrededor están teniendo relaciones y tú no. Te llegan las relaciones y las rupturas, que son tan descarnadas como las que tenían tus amigas a los 16, mucho después”, reconoce con franqueza.“Personalmente yo he afrontado la primera novela superbién. Me apetecía mucho dar el salto. Me lo paso muy bien escribiendo y la brevedad del relato se me hacía, valga la redundancia, breve. Construir una historia en la que poder vivir un año para mí ha sido muy grato. Tengo bastante disciplina y eso es algo importante: me siento y escribo cada día”, cuenta la autora sobre su proceso de creación, uno en el que ha dado el salto a la obra magna. “Lo que más me gusta de la escritura, más allá de publicar –ojo, estoy contentísima–, es el proceso. En cualquier momento tu mente se puede evadir a la historia que estás construyendo, estés esperando al metro o superando una ruptura. Eso me parece un regalo”. Llega este libro después de que Gente que ríe, su primera publicación, una colección de relatos que se encuentra en Caballo de Troya, se llevara algunos premios como El ojo crítico de narrativa de Radio Nacional de España, ¿añade eso alguna presión? “Cuento con que haya gente a la que no le guste el libro y soy muy poco ambiciosa. En realidad estoy centrada en la siguiente; creo que este es un libro bastante arriesgado, sé que habrá gente a la que no le guste y no me parece que sea fácil. Me parece genuina y yo estoy contenta, el todo me gusta y me convence. Que sea lo que tenga que ser, sé que lo escribí desde un lugar puro y muy de verdad. La presión creo que la puede estar sintiendo más mi editora que yo”, admite entre risas.Resulta refrescante que este primer libro de Laura Chivite aborde todo desde el humor. No es tan habitual encontrar novelas con las que el lector se pueda reír. “Creo que hay una falsa convicción de que la solemnidad y la seriedad van de la mano. Humor es igual a superficialidad. Últimamente, por suerte, encontramos cada vez mas relatos de hechos traumáticos que nos han podido ocurrir a mujeres, tal vez pensamos que si le añadimos humor lo estamos banalizando”, reflexiona. “Me parece importante entender que las cosas más dolorosas o profundas tienen la misma validez si son narradas con humor. No sé si la vida es esencialmente trágica o esencialmente cómica, creo que nada es rotundo: se dan las dos. Me interesa mucho la mezcla de las dos. He leído novelas que cuentan hechos terribles desde el humor. Pequeñas desgracias sin importancia, de Sexto Piso, cuenta los intentos de suicidio de la hermana de la autora, pero te ríes. También lloras. Pero se dan las dos cosas”, pone la autora como ejemplo antes de profundizar en ese elemento tan disruptivo como son, claro, las cabras: “Las cabras, como animal, me interesan mucho porque están zumbadas. Tiene esa cosa satánica, perversa, oscura y se tiran al suelo para hacerse las muertas. Me parecen seres muy aleatorios”.
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Autor: Alberto Sisí Sánchez