
Sobre su manera de entender la maldad humana desde una vida poco experimentada se ha reflexionado largo y tendido. Muchos se preguntaron hasta la saciedad cómo alguien con, supuestamente “tan poco mundo”, pudo retratar tales pasiones. Decía Bataille en La literatura y el mal (1957): “Entre todas las mujeres, Emily Brontë parecer haber sido objeto de una maldición privilegiada. Su corta vida sólo fue moderadamente desdichada. Pero, a pesar de que su pureza moral se mantuvo intacta, tuvo una profunda experiencia del abismo del Mal. Pocos seres han sido más rigurosos, más audaces, más rectos que Emily, que, sin embargo, llegó hasta el límite del conocimiento”. Y aunque es cierto que Emily apenas voló fuera de casa, no parece que le hiciera falta. Encontró en los yermos páramos inspiración y consuelo. Hasta tal punto que cuando su hermana Charlotte trató de llevarla consigo a la escuela de Roe Head, donde era maestra, para que también impartiera clases allí, no soportó la vida lejos de su hogar; dejó de alimentarse y de hablar, hasta que su padre consintió en que abandonara el trabajo y regresara. Antes de eso, con tan sólo cinco años, Emily estuvo en el infame internado de Cowan Bridge, una escuela para familias religiosas de clase baja, la única que su padre, el clérigo Patrick Brontë, podía permitirse. Un agujero inhumano que inspiraría más tarde el colegio Lowood de la Jane Eyre de Charlotte, donde las niñas ayunaban y sufrían un frío atroz, y que llegaría a producir el fallecimiento de las dos hermanas mayores de la familia, Mary y Elizabeth.Sencillamente, Emily no se sentía cómoda fuera de su ambiente, pero dentro de su imaginación hervían miles de vidas, miles de historias, como las que creaba para el reino de Gondal, inventado por ella y por su hermana Anne -Charlotte y Branwell también tenían el suyo, Angria-, o las de los amores adolescentes que gritaban sus penas en sus entregados e intensos poemas.Por su parte, Virginia Woolf, quien escribió un artículo sobre las hermanas en 1916, publicado en The Times Literary Supplement, definió mejor que nadie su manera de crear personajes y atravesar sus almas: “Llegamos a estas cumbres de la emoción, no a través de una perorata o rapsodia, sino al escuchar a una niña cantar canciones antiguas para sí misma mientras se mece en las ramas de un árbol; mirando a las ovejas del páramo cortar el césped; escuchando el suave viento que respira a través de la hierba. El suyo, entonces, es el más raro de todos los poderes. Podía liberar la vida de su dependencia de los hechos; con algunos toques indica al espíritu de un rostro que no necesita de un cuerpo; al hablar del páramo hace soplar el viento y rugir el trueno”. Y hablando de Virginia Woolf, hacia ella y su Orlando, precisamente, ha mirado Maria Grazia Chiuri en Dior en su desfile otoño/invierno 2025 en la Semana de la Moda de París. Otro punto que no va para el contador de Jane Austen.
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Autor: Arancha Gamo