
¿Sociables, juguetones, y con más probabilidades de engordar en caso de tener una variante genética en particular? Sí, parece que así somos los humanos… y los labradores. En Reino Unido se hallaron variantes o “versiones” de genes relacionados con la obesidad en labradores británicos. La mala noticia es que hallaron variantes del mismo gen, también relacionado con la excesiva suba de peso, en los seres humanos. La buena noticia es que tanto los labradores como las personas que tienen esa variante pueden prevenir el aumento de peso con una dieta estricta y una rutina de ejercicio físico, según el trabajo publicado el 6 de marzo en Science. “Al estudiar a los perros pudimos medir su deseo de comer separándolo del control que ejercen sus dueños sobre la dieta y el ejercicio del animal. En estudios con humanos es más difícil estudiar hasta dónde el apetito está impulsado por la genética porque se requiere fuerza de voluntad para mantenerse delgado, y ambas cosas afectan a la persona”, explicó en declaraciones la autora principal del trabajo, Eleanor Raffan, veterinaria e investigadora en la Universidad de Cambridge.
El equipo midió la grasa corporal, determinó los niveles de “angurria” y recogió muestras de saliva de 241 perros labradores. Luego compararon la grasa corporal de cada perro con la información genética que revelaba su muestra de saliva para determinar qué componentes genéticos tenían la vinculación más probable con la obesidad canina.
Si bien todos los perros tienen un gen llamado DENND1B, los investigadores descubrieron que los que tenían una variante en particular del DENND1B llamada rs24430444, tenían aproximadamente un 8% más de grasa corporal que los que no la tenían. Los investigadores también identificaron otros genes con vinculación similar con la obesidad canina, pero la variante del DENND1B era la que exhibía una relación más potente.
Los más pedigüeños “Medimos hasta qué punto los perros fastidiaban a sus dueños pidiéndoles alimento, y si comían con mayor desesperación. Los perros con alto riesgo genético de obesidad – con las variantes genéticas vinculadas a la obesidad – mostraban signos de tener más apetito, algo que también se ha visto en personas con alto riesgo genético de obesidad”, explicó Natalie Wallis, coautora del trabajo. Wallis es investigadora del departamento de fisiología, desarrollo y neurociencia de la Universidad de Cambridge.
De hecho, Wallis y sus colegas revelaron que el DENND1B, junto con otros cuatro genes que vincularon con la obesidad canina, también tenían implicancia en la obesidad humana. El DENND1B tiene que ver con la leptina melanocortina del cerebro, una red de neuronas que regula el equilibrio de energía del cuerpo.
Lamentablemente “esos genes no son los objetivos inmediatamente obvios de las drogas para perder peso porque controlan otros procesos biológicos clave del organismo con los que no hay que interferir. Pero los resultados destacan la importancia de caminos fundamentales del cerebro en el control del apetito y el peso corporal”, dijo Alyce McClellan, bióloga de la Universidad de Cambridge que también participó del trabajo. Sin embargo, el equipo también observó que los dueños que imponían a los perros con la variante DENND1B un régimen estricto de alimento y ejercicio, lograban impedir la obesidad en sus mascotas aunque se requería un esfuerzo significativamente mayor.
“Estudiar a los perros nos mostró algo realmente importante: los dueños de perros delgados no son moralmente superiores. Lo mismo se puede decir de las personas delgadas. Si tienes alto riesgo genético de ser obeso, entonces cuando dispones de mucha comida tiendes a comer de más y a subir de peso, a menos que te esfuerces mucho para no hacerlo”, dijo Raffan. Es decir que los humanos con la variante DENND1B vinculada con la obesidad no están predestinados a subir de peso pero les costará mucho más mantenerse delgados en comparación con otros, debido a su hipotética predisposición genética. “Este trabajo muestra que hay similitudes genéticas entre perros y humanos”, añadió. “Estudiar a los perros significó que teníamos razones para centrarnos en este gen en particular, y eso llevó a un gran avance en el entendimiento del control de nuestro cerebro sobre nuestra conducta alimentaria y el uso de energía”.
La próxima vez que reprendas a tu labrador por pedir comida todo el tiempo ¡recuerda que tal vez tengas con él más cosas en común de lo que crees!
Este artículo ha sido traducido de Gizmodo US por Lucas Handley. Aquí podrás encontrar la versión original.
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Autor: Lucas Handley