
<span class="image__caption">Recreación fantasiosa de la erupció del Vesubio. Fuente: Midjourney/Erica Couto</span> <span class="image__author"> - Recreación ficticia de la erupción volcánica que acabó con Pompeya </span>
Creado:
24.03.2025 | 18:30
Actualizado:
24.03.2025 | 18:30
A lo largo de la historia, las erupciones volcánicas se han percibido como eventos catastróficos capaces de destruir civilizaciones enteras. Sin embargo, estos mismos fenómenos también han permitido la conservación excepcional de ciudades, objetos y restos humanos que, para los arqueólogos, proporcionan una puerta de entrada privilegiada al pasado. El caso más icónico de esta paradoja lo representa la erupción del Vesubio en el año 79 d. C., que sepultó Pompeya y Herculano bajo una gruesa capa de ceniza y piedra pómez. Esto permitió que ambas ciudades se conservaran hasta su redescubrimiento en la modernidad. No obstante, este no es un caso aislado. A lo largo de la historia, numerosos asentamientos quedaron enterrados por erupciones volcánicas que los protegieron del paso del tiempo y del deterioro natural.
La erupción del Vesubio y la preservación de Pompeya y Herculano
El 24 de agosto del año 79 d. C., una violenta erupción del Vesubio cubrió Pompeya, Herculano y otras ciudades cercanas con cenizas y materiales piroclásticos. Este evento, descrito por el escritor romano Plinio el Joven, tuvo consecuencias devastadoras para sus habitantes. Miles de personas murieron, muchas de ellas asfixiadas por gases tóxicos o abrasadas por las altas temperaturas de los flujos piroclásticos, que en algunos casos superaron los 600 grados Celsius.
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Eugenio M. Fernández Aguilar
Lo que para los habitantes de Pompeya y Herculano fue una tragedia, para los estudiosos se convirtió en un tesoro arqueológico. La capa de ceniza y piedra pómez actuó como un manto protector que previno la degradación de edificios, objetos y hasta restos humanos. Uno de los hallazgos más impactantes ha sido la conservación de los cuerpos de las víctimas, cuyos moldes fueron recreados con yeso gracias a la técnica desarrollada por el arqueólogo Giuseppe Fiorelli en el siglo XIX. Estos moldes permitieron reconstruir las expresiones de angustia y desesperación de quienes no lograron escapar, una visión impactante de los últimos momentos de vida en la ciudad.
Calle de Pompeya. Fuente: Pixabay
Otros casos de preservación arqueológica por erupciones volcánicas
Aunque Pompeya representa el ejemplo más conocido, no es el único caso donde una erupción volcánica ha permitido la conservación excepcional de restos arqueológicos. A lo largo del mundo, diversas civilizaciones han sido preservadas bajo capas de ceniza.
Thera y la civilización minoica
En el siglo XVII a. C., la isla de Thera (actual Santorini) fue devastada por una erupción volcánica que sepultó la ciudad de Akrotiri bajo metros de ceniza y piedra volcánica, similar a lo ocurrido en Pompeya. Este evento pudo haber contribuido al colapso de la civilización minoica, aunque la evidencia arqueológica sugiere que los habitantes de la ciudad lograron evacuarla antes de la erupción. Gracias a esta catástrofe natural, Akrotiri se ha conservado en un estado excepcional. Hoy podemos admirar incluso los frescos y las estructuras arquitectónicas que permiten conocer la vida cotidiana en la antigua civilización minoica.
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El volcán Ilopango y la cultura maya
En el siglo V d. C., una masiva erupción del volcán Ilopango en El Salvador sepultó bajo capas de ceniza volcánica grandes extensiones del territorio habitado por los mayas. Este evento, conocido como la "erupción Tierra Blanca Joven", afectó gravemente a la civilización maya, pero también preservó estructuras arquitectónicas, herramientas y artefactos que han sido descubiertos siglos después por los arqueólogos.
La erupción del Monte Tarawera y la ciudad de Te Wairoa
En 1886, el Monte Tarawera en Nueva Zelanda entró en erupción. Su potencia destructora arrasó la aldea maorí de Te Wairoa, sepultándola bajo varios metros de ceniza volcánica. Este desastre natural permitió que Te Wairoa se conservara como una suerte de Pompeya neozelandesa, lo que brindó información valiosa sobre la cultura y la vida de los maoríes en el siglo XIX.
Pirámide maya. Fuente: Pixabay
La paradoja de la destrucción y la preservación
El caso de Pompeya y los otros ejemplos muestran una paradoja evidente: lo que para una civilización fue una catástrofe, para la arqueología ha sido una oportunidad de estudio sin precedentes. La rápida acumulación de materiales volcánicos ha protegido estructuras y objetos de la erosión, el saqueo y la acción de los elementos. Esto ha permitido a los investigadores reconstruir aspectos de la vida cotidiana de civilizaciones antiguas con un nivel de detalle inigualable.
Las erupciones volcánicas han brindado la posibilidad de descubrir tecnologías, sistemas de organización social y costumbres que, de otro modo, se habrían perdido. Las excavaciones en Pompeya, Akrotiri y Te Wairoa nos ofrecen un testimonio detenido en el tiempo, una imagen congelada de la vida antes del desastre.
Interior de una casa pompeyana con frescos. Fuente: Pixabay
Cápsulas del tiempo
Si bien las erupciones volcánicas han destruido innumerables comunidades a lo largo de la historia, también han actuado como mecanismos de conservación arqueológica sin precedentes. Los sitios sepultados por la ceniza y los flujos piroclásticos nos permiten reconstruir con detalle las sociedades del pasado y revelan información que, de otra manera, se habría perdido. A través de estos hallazgos, la arqueología ha logrado entender mejor la organización social, económica y cultural de civilizaciones antiguas. La naturaleza, aunque implacable, también puede ser una gran archivista de la historia humana.
Referencias
Barba Colmenero, Vicente y Alberto Fernández Ordóñez. 2021. Todo lo que hay que saber de arqueología. Una introducción a la ciencia del pasado. Madrid: Pinolia.
Fuente:
Autor: ericacouto