
<span class="image__caption">Cancelan cientos de investigaciones clave sobre virus pandémicos. Foto: Istock / Wikimedia / Christian Pérez</span>
Publicado por
Christian Pérez
Redactor especializado en divulgación científica e histórica
Creado:
26.03.2025 | 15:07
Actualizado:
26.03.2025 | 15:28
En un giro que ha dejado perpleja a gran parte de la comunidad científica internacional, el gobierno de Estados Unidos ha comenzado a desmantelar parte de su estructura de investigación sobre pandemias. El Instituto Nacional de Salud (NIH) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) han iniciado la cancelación de miles de millones de dólares en financiación para estudios relacionados con la COVID-19, la preparación frente a virus emergentes y programas de salud pública en estados clave.
La decisión, según documentos internos obtenidos por Nature, se ampara en una nueva directriz que sostiene que la pandemia “ya ha terminado” y, por tanto, ya no es necesario mantener los fondos extraordinarios destinados a su estudio. Pero lo que parecía una simple reorientación presupuestaria se ha convertido en una polémica nacional con potencial impacto internacional.
Una cancelación sin precedentes
Los recortes afectan a cerca de 600 proyectos activos que incluían en su título la palabra “COVID”, con un valor total de más de 850 millones de dólares. Entre ellos, destacaba un programa de 577 millones para el desarrollo de antivirales de amplio espectro, capaz de actuar contra distintos virus con potencial pandémico. Este programa, liderado por centros como la Universidad de Texas y Rockefeller, ya ha sido cancelado, dejando a decenas de laboratorios en situación crítica. En palabras de Peter Hotez, reconocido virólogo y decano de la Escuela Nacional de Medicina Tropical del Hospital Infantil de Texas, "darle poca prioridad a la investigación sobre el coronavirus es probablemente una de las peores cosas que podríamos hacer en términos de mantener la bioseguridad de nuestra nación".
Incluso se han llegado a cancelar subvenciones completas de proyectos para desarrollar tratamientos de amplio espectro eficaces contra múltiples tipos de virus, simplemente porque una pequeña parte involucraba al SARS-CoV-2 (el virus causante de la COVID-19), tal y como advirtió a Nature Jason McLellan, virólogo estructural de la Universidad de Texas.
Más allá del NIH, los CDC han comenzado a retirar 11.400 millones de dólares adicionales destinados a los departamentos de salud estatales, ONG y organismos internacionales, según confirmó el propio Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS).
Estas cifras por sí solas serían alarmantes. Pero lo que ha encendido las alarmas en la comunidad científica es el patrón detrás de las cancelaciones. Además de los proyectos vinculados al coronavirus, también se están cerrando investigaciones sobre cambio climático, vacunas, diversidad en ciencia, salud de poblaciones LGBTQ+ y cooperación con centros de países como Sudáfrica o China.
Los NIH y los CDC enfrentan críticas por cancelar proyectos clave justo cuando más se necesita preparación científica ante futuras amenazas. Foto: Istock / Christian Pérez
La nueva política está alineada con la estrategia sanitaria impulsada por la administración Trump y su nuevo secretario del HHS, Robert F. Kennedy Jr., conocido por sus posturas contrarias a las vacunas. Fuentes internas del NIH, citadas en Nature, afirman que los científicos de la propia agencia han sido excluidos del proceso de evaluación de los proyectos a cancelar, por considerarse "demasiado sesgados". En su lugar, serán los “especialistas en gestión de subvenciones” —personal administrativo— quienes tomen esas decisiones.
Desde el punto de vista científico, esta medida se considera no solo una ruptura con décadas de trabajo, sino una amenaza directa a la capacidad del país para anticiparse a futuras pandemias. Estados Unidos, epicentro en varias fases de la pandemia de COVID-19, ha aprendido lecciones duras sobre la necesidad de vigilancia genómica, preparación antiviral y desarrollo rápido de vacunas. Cancelar esas líneas de investigación equivale, según varios expertos, a cerrar los ojos justo antes del próximo golpe.
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Christian Pérez
El coste de olvidar demasiado pronto
La COVID-19 ha dejado más de 1,2 millones de muertes en EE.UU. y más de 7 millones en todo el mundo (aunque algunas cifras de la OMS apuntan a que las muertes superarían esta cantidad). A pesar de que la emergencia sanitaria fue declarada finalizada en mayo de 2023, el virus continúa circulando, mutando y causando cientos de muertes semanales. A ello se suma el fenómeno del “Long COVID”, todavía insuficientemente comprendido, que afecta a millones de personas con síntomas persistentes meses después de la infección inicial.
Los proyectos cancelados no solo buscaban tratar mejor la COVID-19 actual, sino prepararse para la próxima pandemia. Algunos trabajaban en vacunas universales contra los coronavirus. Otros, en antivirales que pudieran frenar de raíz infecciones como las del virus del Nilo Occidental, el Zika, el dengue o incluso nuevos virus desconocidos. La pérdida de estos estudios no solo representa años de trabajo tirados por la borda, sino un vacío de conocimiento que podría costar vidas en el futuro.
Investigadores advierten que desmantelar la vigilancia científica hoy podría costar millones de vidas en la próxima pandemia. Foto: Istock / Christian Pérez
El precedente que inquieta a la ciencia
Si algo preocupa a la comunidad investigadora es el precedente que esta decisión podría sentar. Como manifiestan los expertos, por primera vez, un gobierno decide eliminar proyectos científicos no por motivos éticos, técnicos o de fraude, sino por criterios ideológicos y políticos. Esta tendencia, lejos de ser anecdótica, puede ser una señal de cambio más profundo en la forma en que se entiende el papel de la ciencia en las políticas públicas.
Y no es un fenómeno aislado. En las últimas semanas también se han cancelado fondos destinados a combatir la reticencia vacunal, apoyar la prevención del VIH o investigar el impacto del cambio climático en la salud. Una visión reduccionista de la salud pública, centrada únicamente en enfermedades crónicas “visibles” y que ignora las amenazas emergentes, está tomando forma en los presupuestos de las agencias federales.
¿Quién pagará la factura?
Varios estados ya han expresado su preocupación por el impacto de los recortes. Desde Colorado a Mississippi, pasando por Utah, los departamentos de salud locales han comenzado a evaluar cómo mantener programas esenciales como la vigilancia epidemiológica, la vacunación o la atención en comunidades vulnerables. Muchos de estos servicios habían sido reforzados gracias a los fondos COVID, y ahora corren el riesgo de desaparecer o reducirse drásticamente.
Pero más allá del corto plazo, la gran pregunta es qué ocurrirá cuando surja el próximo virus. ¿Estará Estados Unidos preparado? ¿Contará con los recursos, los equipos y el conocimiento necesarios para actuar con rapidez? Hoy por hoy, como advierten los científicos consultados, las señales no son alentadoras.
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La ciencia —esa que necesita años para formar expertos, diseñar ensayos clínicos, validar hipótesis y construir respuestas— no puede apagarse y encenderse como un interruptor. Una vez desmantelada una infraestructura de investigación, reconstruirla puede tardar años. Y en una próxima pandemia, esos años pueden costar millones de vidas.
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Autor: christianperez