
Publicado por
Christian Pérez
Redactor especializado en divulgación científica e histórica
Creado:
28.03.2025 | 13:21
Actualizado:
28.03.2025 | 13:24
Cuando Berlín ardía en los últimos estertores del Tercer Reich, una escena tan macabra como simbólica tuvo lugar bajo tierra, en los pasillos del Führerbunker. Era la noche del 1 de mayo de 1945. Adolf Hitler ya se había quitado la vida junto a Eva Braun. Al día siguiente, la pareja más poderosa tras el dictador, Joseph Goebbels y su esposa Magda, culminaban su propio final, arrastrando con ellos a sus seis hijos.
Este episodio, largo tiempo cubierto por una mezcla de silencio y especulación, ha vuelto a iluminarse gracias al trabajo de historiadores y documentos judiciales rescatados décadas después. Lo que sucedió aquella noche no fue sólo un suicidio, sino la escenificación final de un fanatismo llevado al extremo, una entrega absoluta no solo al Führer, sino a una visión distorsionada del mundo que no dejaba espacio para la vida tras la derrota.
El arquitecto de la propaganda y la madre del régimen
Joseph Goebbels no era un líder militar ni un estratega político convencional. Era el cerebro comunicativo del nazismo, el hombre que transformó los medios de comunicación alemanes en una máquina perfecta de adoctrinamiento. Desde los micrófonos de la radio hasta las grandes producciones cinematográficas, todo lo que llegaba al pueblo alemán pasaba por su filtro.
Magda Ritschel, su esposa, era por su parte una figura ambigua, elevada al pedestal simbólico de la "madre aria ideal". De familia acomodada, culta y refinada, se había entregado al nazismo como a una fe, llegando a convertirse en una presencia casi religiosa dentro del círculo íntimo de Hitler. La devoción de Magda por el Führer era tal que algunos la consideraban su "primera dama" oficiosa.
Juntos, Joseph y Magda formaban un matrimonio más político que íntimo, pero unido por una causa común. Tuvieron seis hijos, todos con nombres que comenzaban con la letra H, en honor a Hitler: Helga, Hildegard, Helmut, Holdine, Hedwig y Heidrun. En ellos depositaron no solo su afecto, sino también su visión del mundo. Eran, en su mente, niños del Reich, demasiado puros para vivir en un mundo sin nazismo.
Joseph y Magda Goebbels fueron los más leales al círculo íntimo de Hitler. Mientras él controlaba la propaganda del Tercer Reich, ella se convirtió en la madre simbólica del régimen. Su fanatismo fue tal que prefirieron morir junto a sus seis hijos antes que vivir en un mundo sin nazismo. Fotos: Wikimedia / Christian Pérez
El descenso al búnker
Con la guerra perdida, los Goebbels se refugiaron junto a sus hijos en el búnker subterráneo de la Cancillería del Reich. Allí, en compañía de otros altos cargos del régimen y sus familias, asistieron al colapso de la Alemania nazi. Durante aquellos días, Magda intentó convencer a otros de escapar o de buscar asilo, pero ella misma rechazaba cualquier posibilidad de supervivencia.
La idea del suicidio colectivo no fue improvisada. Según documentos desclasificados y testimonios recogidos en los años posteriores, Magda habría considerado la idea desde semanas antes. No se trataba solo de evitar caer en manos del Ejército Rojo. Era, en su mente, un acto de fidelidad a Hitler y al ideal que representaba. Los niños no debían vivir en un mundo donde el nazismo había sido derrotado.
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El papel del dentista del Reich
En el corazón de esta historia está Helmut Kunz, un dentista de las SS que había sido transferido al búnker en los días finales. Su participación en los hechos ha sido largamente debatida, y los juicios posteriores a la guerra arrojan más dudas que certezas.
Según reconstrucciones judiciales, Magda Goebbels le habría solicitado ayuda directa para acabar con la vida de sus hijos. Kunz, que ya había perdido a dos de sus propios hijos en un bombardeo, se negó inicialmente. Pero Magda no lo presentaba como una opción. Afirmó que era una orden directa de Hitler.
Finalmente, se acordó un "reparto de tareas": Kunz administraría a los niños una dosis de morfina para dormirlos. El paso final, aplastar cápsulas de cianuro en sus bocas, recaería sobre Magda. Pero al llegar el momento, Magda se quebró. Salió de la habitación entre lágrimas, diciendo que no podía hacerlo. Entonces, pidió que llamaran al doctor Ludwig Stumpfegger, el médico personal de Hitler. Aquel fue quien finalmente ejecutó la orden no escrita.
Poco después, Joseph y Magda subieron a la superficie del búnker. Según relatos de los presentes, se abrazaron durante largo tiempo. Luego, él disparó a su esposa antes de volarse la cabeza. Sus cuerpos fueron rociados con gasolina y parcialmente incinerados. A las pocas horas, los soldados soviéticos encontrarían los restos.
Helmut Kunz, dentista de las SS en el búnker de Hitler, fue señalado como partícipe en la muerte de los hijos de los Goebbels. Su testimonio reveló uno de los episodios más oscuros y debatidos del colapso nazi. Foto: Wikimedia / Christian Pérez
Un crimen impune
Helmut Kunz fue detenido por el Ejército Rojo y pasó más de diez años como prisionero de guerra en la Unión Soviética. En los años cincuenta, con la repatriación de los últimos prisioneros alemanes, regresó a su país y retomó su vida profesional como dentista. En 1959 fue juzgado en Alemania por su participación en la muerte de los niños Goebbels. La acusación no pudo probar que él hubiera administrado el veneno, solo que participó en adormecer a los menores. Fue absuelto de los cargos de asesinato, amparado por una ley de impunidad aprobada en la posguerra.
A pesar de todo, Kunz nunca fue del todo rehabilitado. Su nombre permaneció asociado al episodio más oscuro del colapso nazi. En el cine, como en El hundimiento, apenas se le menciona. Es una figura fantasmagórica, difusa, que quizás encarna mejor que nadie la mezcla de banalidad, obediencia y cobardía que permitió que atrocidades como aquella se llevaran a cabo.
Un símbolo trágico
La imagen de los seis niños Goebbels, dormidos en sus literas del búnker, convertidos en mártires de una ideología extinguida, sigue siendo una de las estampas más estremecedoras del siglo XX. No fueron los únicos niños asesinados por el régimen que sus padres defendieron, pero sí los más simbólicos.
Lo que ocurrió aquella noche no fue un simple acto de desesperación. Fue un suicidio ritual, un sacrificio programado que buscaba perpetuar un mensaje más allá de la muerte: si el nazismo caía, no merecía sobrevivir nada ni nadie que hubiera creído en él.
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Hoy, a casi ocho décadas de distancia, entender esa lógica no es justificarla. Es, al contrario, una forma de recordarnos hasta dónde puede llegar la mente humana cuando se entrega sin reservas a una idea totalitaria.
“Familias asesinas”, de Victoria Pascual: cuando el hogar se convierte en escena del crimen
¿Qué ocurre cuando el núcleo más íntimo y seguro, la familia, se transforma en el caldo de cultivo de los crímenes más atroces? Esa es la pregunta que recorre cada página de Familias asesinas, el nuevo libro de la criminóloga Victoria Pascual, una de las voces más sólidas en la divulgación del pensamiento criminológico en España.
Publicado por Pinolia, con un estilo claro, directo y profundamente documentado, la autora desmenuza algunos de los casos más sobrecogedores del crimen familiar. Desde el parricidio planificado de los hermanos Menéndez en Beverly Hills hasta los escalofriantes métodos de secuestro y asesinato del clan Puccio en Argentina, cada capítulo se adentra en la psicología oscura de quienes, en lugar de proteger a sus seres queridos, convierten la sangre compartida en motivo de muerte.
Pascual no se limita a narrar los hechos. Su valor añadido está en la mirada experta: una disección meticulosa de los factores psicológicos, sociales y culturales que pueden derivar en dinámicas familiares peligrosas. ¿Qué lleva a dos hermanas como las Papin a asesinar con saña a sus empleadoras? ¿Qué papel juega la jerarquía, el sometimiento y el odio acumulado en el seno familiar? ¿Cómo se perpetúa la violencia cuando se encierra dentro de una estructura tan cerrada como la familia?
Uno de los grandes aciertos del libro es su equilibrio entre el análisis riguroso y la narración atractiva. Pascual maneja los datos con precisión académica, pero nunca olvida al lector general. El resultado es una lectura absorbente que logra conmover y perturbar a partes iguales, sin caer en el morbo ni en la espectacularización gratuita del crimen.
Además, el prólogo de Paz Velasco de la Fuente, otra autoridad en la materia, añade contexto y respaldo a una obra que se perfila como referencia para todo aquel interesado en los entresijos del crimen familiar. A lo largo del libro, Pascual cuestiona el mito idealizado de la familia como espacio seguro y plantea una realidad mucho más compleja: cuando los vínculos afectivos se tuercen, pueden generar lealtades ciegas, sometimientos extremos y violencias que se cuecen a fuego lento durante años.
Familias asesinas es más que una recopilación de crímenes: es una reflexión profunda sobre la fragilidad del entorno doméstico y sobre la necesidad de detectar, prevenir y entender las dinámicas que pueden convertir un hogar en un infierno. Una lectura tan inquietante como imprescindible.
Referencias
Heit, A., Westemeier, J., Gross, D. et al. 'It’s all over now.' The dentist Helmut Kunz and the killing of Reich Propaganda Minister Joseph Goebbels' children at the end of the Third Reich. Br Dent J 227, 997–1000 (2019). doi:10.1038/s41415-019-0992-1
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Autor: christianperez