
Cuando en el 2011 se estrenó el primer capítulo de Black Mirror, nadie sabía qué esperar de la serie creada por Charlie Brooker. La promoción había sido escasa y había pocas pistas acerca de su argumento o tono general. Por lo que el episodio, titulado The National Anthem y que vio luz el 4 de diciembre de ese año, dejó estupefacta a la audiencia. Razones no faltaban. La trama relataba el secuestro de un miembro de la casa real británica, desde un punto de vista alucinante. La de intercambiar su vida por una transmisión en director del primer ministro del país teniendo sexo con un cerdo.
Pero más allá del shock de una historia subversiva, ese histórico fragmento abrió la puerta al verdadero sentido de la producción. Con apenas tres capítulos, Black Mirror demostró una perspectiva revolucionaria, retorcida y oscura sobre la tecnología que deslumbró al público. 15 Million Merits, el segundo episodio de temporada, mostraba un mundo distópico en que la energía se producía gracias al uso tortuoso del talento. Lo que permitía al argumento una reflexión incómoda sobre la explotación capitalista. Mientras que el tercero, The Entire History of You, plateaba la idea de una sociedad marcada por la capacidad de acumular y grabar en formato físico los recuerdos más íntimos.
Los tres capítulos antológicos, no solo demostraron la ambición del programa. También, profundizaron en el miedo a la ciencia, el futuro pesimista y la pérdida de la humanidad. Todo, desde una perspectiva a cínica, que convirtió a la producción en uno de los grandes sucesos de ese año. Pero, a la vez, en un fenómeno cultural destinado a tener un impacto duradero en la cultura de masas. Una repercusión que no ha hecho más que crecer de temporada en temporada y que se hace cada vez más singular en su peso e importancia.
Una nueva visión sobre los avances tecnológicos
Hayley Atwell en el capítulo 'Be Right Back' de 'Black Mirror'
Uno de los elementos más peculiares de Black Mirror es, sin duda, reinterpretar la incertidumbre y desconfianza que provoca la rápida evolución de la tecnología. Por lo que cada uno de sus capítulos resume, de una manera u otra, la inquietud de una generación que atraviesa una acelerada variedad de cambios científicos y culturales. Del uso de la inteligencia artificial de maneras nuevas y cada vez más singulares, hasta la forma en que la técnica y las ciencias exactas, parece avanzar por territorios cotidianos.
De modo que Black Mirror se ha convertido en una metáfora sobre cómo las tendencias tecnológicas parecen avanzar con mayor rapidez que la ética o la moral sobre ellas. Algo que se hizo especialmente obvio en su segunda temporada. El primer capítulo, titulado Be Right Back, narraba cómo una viuda reciente, intentaba superar el duelo a través de un modelo de inteligencia artificial que imitaba a su esposo. Algo que le permitía sostener largas y por supuesto, ficticias conversaciones a través de un algoritmo alimentado con datos del fallecido.
Una perspectiva inquietante de un futuro cercano
Alex Lawther como la víctima de un chantaje retorcido en 'Shut Up and Dance' de 'Black Mirror'
El argumento se volvía más tortuoso, a medida que cuestionaba el uso de la tecnología para suplantar la identidad humana. Más urgente aún, si el uso de diversos dispositivos, podía imitar la experiencia de la vida humana e incluso, los sentimientos. De modo que, casi de manera accidental, el guion brindó contexto al uso actual de la inteligencia artificial en la vida cotidiana. Además, una visión certera acerca de las interrogantes sobre la conciencia y el individuo que plantea la utilización de diversos modelos de AI. Todos tópicos de actualidad en los que la serie ya había indagado y que permitió reflexionar a buena parte del público del tema desde una perspectiva novedosa.
No fue la única ocasión en que Black Mirror que planteó interrogantes. También en la segunda temporada, la serie examinó la ética del castigo y la naturaleza del rencor colectivo en el contexto de la tecnología, en White Bear. En la tercera entrega, exploró en la intimidad y la privacidad, además del uso de datos como una forma de ataque en Shut Up and Dance. Un giro tenebroso en el que profundizó aún más en Hated in the Nation, el episodio cierre de la entrega, se cuestionó sobre las redes sociales y la responsabilidad de la opinión en la época del anonimato.
La ciencia ficción como una predicción autocumplida
Por años, las producciones de ficción especulativa y en especial, la distopía, tenían un mensaje subyacente. Esto es lo peor que puede ocurrir en un futuro distante. En el caso de Black Mirror, la fórmula es más arriesgada y además, enfocada en la actualidad. Por lo que muchas de sus tramas, terminan por volverse predicciones acerca del uso — o abuso — de diversas tecnologías. También, su impacto cultural y en particular, el lado más oscuro que envuelve cada avance y descubrimiento actual.
El segundo capítulo de la cuarta temporada, Arkangel, reflexionó sobre el control a través de dispositivos de localización. En la trama, una madre preocupada implanta un dispositivo a su hija, para seguir cada uno de sus pasos. Algo que, por supuesto, transforma la vida cotidiana de la adolescente, en una versión terrorífica sobre la destrucción de la identidad y la autonomía. ¿Un dato curioso? El popular AirTag de Apple, se está utilizando en la actualidad para funciones parecidas. Algo que incluye adaptarlo a la suela de zapatos de niños para conocer su ubicación en tiempo real.
Los terrores de una generación
El fenómeno de estudiar la realidad para crear una aproximación creíble, enriqueció de manera sustancial el punto de vista de Black Mirror sobre la tecnología. Pero en palabras de su creador, Charlie Brooker, es también, saber que toda ventaja, a menudo, tiene un lado siniestro. En una entrevista de 2023, el guionista explicó que, aunque ama la tecnología y agradece disponer de su uso, siempre le preocupa el precio a pagar. Un giro de los acontecimientos que puede abarcar desde la pérdida de identidad hasta la libertad personal.
Gracias al interés de su creador por el mundo de la tecnología, la serie logra explorar en todo tipo de situaciones, que se vuelven más ambiguas y extremas, de entrega en entrega. En la quinta temporada, el episodio Striking Vipers reflexionó sobre la identidad que cualquiera asume en el mundo virtual. Mientras que Joan Is Awful, de la sexta entrega, lo hizo acerca de los límites de la telerrealidad y la desaparición de la privacidad. Todos tópicos de enorme importancia en el mundo contemporáneo.
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Una lección tenebrosa
A pesar de ser una serie antológica, Black Mirror tiene un punto de vista sobre la ciencia, el futuro, la tecnología y el mundo online que vincula todos sus capítulos. Se trata de la certeza que cualquier avance o evolución en cualquiera de esos escenarios, puede volverse con rapidez un arma peligrosa. Incluso, una herramienta que se vuelve cada vez más violenta e incontrolable.
En la cuarta temporada, Metalhead, uno de los capítulos más terroríficos de la producción, explora sobre la decadencia total de la sociedad tal y como la conocemos. Pero en lugar de imaginar bombas, ataques armados o enfrentamientos bélicos de alta tecnología, el final de los tiempos parecía relacionado con el colapso del uso de la robótica. Un giro de acontecimientos que se volvían cada vez más aterrador al mostrarse como el último enemigo al que ser humano podría enfrentarse.
El mensaje, sin ser una moraleja ética, parece mostrar que nuestra vida, tal y como la conocemos, se encuentra en precario equilibrio sobre las decisiones tecnológicas colectivas. Lo que podría suponer que el futuro pesimista que imagina la serie, es solo la consecuencia de la torpeza o la ingenuidad cultural. Una idea inquietante y tortuosa en la que Black Mirror ha explorado a lo largo de sus más de diez años al aire.
Fuente:
Autor: Aglaia Berlutti