
Creado:
8.04.2025 | 14:01
Actualizado:
8.04.2025 | 14:01
Durante los años más oscuros del Tercer Reich, la obsesión de Adolf Hitler por su seguridad personal alcanzó extremos casi paranoicos. Uno de los aspectos menos conocidos de esta obsesión se manifestó en la existencia de un grupo de mujeres seleccionadas para que probasen, antes de cada comida, los alimentos que el dictador se disponía a consumir. Fueron las catadoras, destinadas a arriesgar la vida en cada bocado. Entre ellas se encontraba Margot Wölk, quien décadas después rompería su silencio para relatar la estremecedora rutina a la que fue sometida. Su historia ha inspirado la novela En la mesa del lobo (Le assaggiatrici, 2018) de la autora italiana Rosella Postorino, y más recientemente, una adaptación cinematográfica dirigida por Silvio Soldini.
El miedo al envenenamiento y la creación de un cuerpo de catadoras
La preocupación de Hitler por ser envenenado no nacía de la nada. Según los servicios de inteligencia nazis, se estaban gestando diversos intentos de asesinato del líder y conspiraciones contra él, incluso dentro de sus propias filas. Esta ansiedad lo llevó a ordenar un control riguroso de cada plato que se servía en su mesa, en especial en su cuartel general en Prusia Oriental, conocido como la Wolfsschanze o Guarida del Lobo.
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Allí, en medio del bosque y bajo estrictas medidas de seguridad, un grupo variable de entre 12 y 15 mujeres jóvenes tendrían la obligación de probar cada alimento que se sirviera al Führer. Las comidas eran vegetarianas, ya que Hitler se abstenía de consumir carne, pero eso no disminuía el riesgo. Estas mujeres debían ingerir cada plato con antelación para detectar posibles rastros de veneno. Si pasaban 45 minutos sin mostrar síntomas, la comida se consideraba segura.
Recreación fantasiosa de las catadoras, las mujeres que tuvieron que probar cada plato antes de que fuese servido a Hitler. Fuente: Midjourney/Erica Couto
Margot Wölk: la voz que rompió el silencio
Mujeres en la Guarida del Lobo
Durante más de 70 años, Margot Wölk guardó en secreto su experiencia como una de las catadoras de Hitler. Fue en 2012, a la edad de 95 años, cuando decidió compartir su testimonio con la revista alemana Der Spiegel. Su historia conmocionó al público no solo por su valor testimonial, sino por la crudeza con la que retrataba la rutina diaria del terror.
Wölk nunca se ofreció voluntaria. La trasladaron por la fuerza desde Berlín a la región de Prusia Oriental después de que su hogar fuera destruido por los bombardeos aliados. Una vez allí, la alojaron con otras mujeres en una escuela cercana a la Guarida del Lobo. Cada día, al mediodía, las escoltaban hasta un comedor donde las esperaban los platos. Aunque el menú cambiaba constantemente, las pitanzas siempre seguían preparaciones vegetarianas. El proceso se repetía sin falta: comer, esperar, sobrevivir.
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Aisladas en el miedo
El grupo de catadoras vivía en un aislamiento absoluto. No se les permitía ver al dictador ni hablar sobre su labor. “Hitler estaba tan paranoico que ni siquiera confiaba en su círculo más cercano para probar la comida”, relató Wölk en su entrevista. Las catadoras no podían rechazar el cometido que les había sido impuesto. Vivir con la amenaza constante de una muerte silenciosa las sumía en un estado de angustia constante.
Su sufrimiento no terminó allí. Hacia el final de la guerra, cuando las tropas soviéticas comenzaron a acercarse, Wölk fue agredida sexualmente en repetidas ocasiones por soldados del Ejército Rojo. Solo ella logró sobrevivir de entre sus compañeras, cuyas muertes siguen envueltas en el misterio.
Hitler sentado a la mesa, dispuesto a comer. Fuente: National Archives at College Park – Still Pictures
La novela En la guarida del lobo y la ficción como vía de memoria
La historia de las catadoras inspiró a la escritora italiana Rosella Postorino, quien en 2018 publicó Le assaggiatrici (literalmente, Las catadoras), una novela galardonada con múltiples premios literarios. Aunque no es una biografía directa de Margot Wölk, la autora se basó en su testimonio para construir un relato profundamente emotivo en torno a una joven llamada Rosa Sauer.
La novela ahonda en los dilemas morales, la culpa, el deseo y la supervivencia en un entorno dominado por el miedo y la sumisión. A través de Rosa, Postorino presenta la vida de una mujer atrapada entre su voluntad y la imposición del régimen nazi. El libro no solo reconstruye una época histórica desde la perspectiva íntima de un personaje femenino, sino que también explora las complejidades de la memoria, el trauma y la resiliencia.
Postorino confesó en varias entrevistas que nunca llegó a hablar directamente con Wölk, quien falleció poco después de que la escritora descubriera su existencia. Aun así, la novela funciona como un puente entre la historia documentada y la ficción evocadora.
Hitler llevaba una dieta vegetariana. Fuente: Midjourney/Erica Couto
La adaptación cinematográfica de Silvio Soldini
En 2024, el director italiano Silvio Soldini adaptó la novela, manteniendo el título original de la novela. La película, que ha sido presentada en diversos festivales europeos, recrea el universo opresivo de las catadoras de Hitler, centrándose en los vínculos afectivos, las tensiones psicológicas y los espacios de resistencia íntima dentro de un sistema totalitario.
El filme, protagonizado por actrices como Carolina Sala y Valeria Bruni Tedeschi, utiliza una estética sobria y cuidada para transmitir la atmósfera claustrofóbica en la que vivían las protagonistas. El contraste entre la aparente banalidad de las rutinas diarias y la amenaza constante de muerte se convierte en el eje central de la narrativa visual.
Soldini no pretende hacer una recreación documental, sino una reflexión sobre el poder, la obediencia y las pequeñas decisiones que marcan la diferencia entre la vida y la muerte. En este sentido, la película complementa la novela y el testimonio de Wölk, dando una nueva dimensión artística a una historia que, durante mucho tiempo, permaneció en las sombras.
Hitler en la Guarida del Lobo. Fuente: Das Bundesarchiv/Wikimedia
Mujeres anónimas, víctimas del régimen
La maquinaria implacable del nazismo
Las catadoras de Hitler fueron mujeres jóvenes, en su mayoría sin afiliación política ni formación militar. Algunas fueron reclutadas entre trabajadoras locales; otras, como Wölk, llegaron allí obligadas por las circunstancias. Todas compartieron el destino de haber sido usadas como herramientas descartables en un engranaje dominado por el miedo y la obediencia.
Pese a que su experiencia representa un capítulo marginal dentro de la gran narrativa de la Segunda Guerra Mundial, su testimonio ilumina una dimensión fundamental del conflicto: la instrumentalización de los cuerpos femeninos por parte del poder totalitario, ya sea como símbolo, como recurso o como escudo humano.
Del silencio al testimonio histórico
Durante décadas, sus voces se ignoraron, a veces de forma intencional, otras por puro desconocimiento. Ni siquiera tras la caída del nazismo se les reconoció oficialmente su papel, ni se les brindó ayuda psicológica o institucional. En muchos casos, como el de Wölk, el silencio fue una forma de autoprotección, pero también una consecuencia del olvido impuesto por una historia escrita en clave masculina.
La historia de las catadoras de Hitler es un recordatorio de que la guerra no solo se libra en los campos de batalla, sino también en los espacios íntimos y cotidianos donde se disputa la vida misma. A través del testimonio de Margot Wölk, la literatura de Rosella Postorino y la película de Silvio Soldini, se ha logrado recuperar una memoria silenciada durante décadas.
Fuente:
Autor: ericacouto