
A más de medio siglo de las históricas misiones Apollo, la Luna guarda un rastro menos glorioso de la exploración humana: desechos. En 2024, la NASA lanzó un ambicioso reto con una recompensa de 3 millones de dólares para encontrar soluciones sostenibles al problema de la basura espacial, con el foco puesto en transformar residuos en recursos útiles para futuras misiones lunares. La basura que dejamos en la Luna… y por qué importa más que nunca © iStock. Durante las misiones Apollo (1969–1972), los astronautas dejaron en la superficie lunar objetos que ya no podían traer de vuelta: cámaras, botas, herramientas, y 96 bolsas con heces, orina y vómito. En ese momento, era una decisión práctica; hoy, es un obstáculo para la exploración sostenible. Con el programa Artemis y la intención de establecer una base lunar permanente, la NASA necesita repensar completamente la forma en que se gestionan los residuos en el espacio. Ya no basta con dejar la basura atrás: ahora se requiere una estrategia circular que permita reciclar, reducir y reutilizar, incluso en condiciones extremas como las de la superficie lunar.
Es por eso que se creó el LunaRecycle Challenge, una competencia internacional que busca soluciones funcionales para transformar los residuos humanos y materiales en productos aprovechables para la ciencia y la vida extraplanetaria.
LunaRecycle Challenge: Objetivos, aliados y visión sostenible Este concurso representa un giro en la filosofía operativa de la NASA. Más allá de minimizar el volumen y la masa de la basura, se trata de integrar su procesamiento en las propias actividades de exploración. El desafío abarca desde ropa usada hasta restos de envases o residuos orgánicos, buscando convertirlos en materiales útiles, piezas de recambio o incluso recursos para construir hábitats.
Para organizar el proyecto, la NASA cuenta con la Universidad de Alabama como socio académico, y con AI SpaceFactory —ganador de otro desafío tecnológico anterior— como entidad facilitadora del proceso. Ambos colaboran para atraer propuestas viables, acompañar a los competidores y desarrollar prototipos funcionales.
Las tres áreas clave del desafío son: Gestión logística de residuos: seguimiento, almacenamiento y procesamiento eficiente. Vestimenta y hábitats reciclables: materiales reutilizables para estructuras y ropa espacial. Fabricación avanzada con residuos: transformar la basura en objetos útiles dentro y fuera de la Tierra. ¿Por qué este desafío también es una oportunidad para la Tierra? © iStock. La NASA ha dejado claro que los aprendizajes del LunaRecycle Challenge no se quedarán en la órbita lunar. La meta es que muchas de estas tecnologías puedan aplicarse en contextos terrestres, desde estaciones remotas hasta zonas de catástrofe, donde la gestión eficiente de recursos y residuos es igualmente crítica.
Como declaró Amy Kaminski, ejecutiva del programa de premios de la agencia: “Operar de forma sostenible es una consideración importante para la NASA tanto en el espacio como en la Tierra”. Por su parte, Kim Krome, gerente del programa Desafíos del Centenario, destacó que las soluciones ganadoras podrían tener aplicaciones directas en manufactura avanzada y arquitectura de hábitats tanto espaciales como terrestres.
Un nuevo capítulo en la exploración: Sin basura, con propósito Este desafío no solo busca limpiar los errores del pasado, sino anticiparse a un futuro en el que vivir fuera de la Tierra sea posible y sostenible. Y, de paso, transformar la forma en que concebimos la basura: no como desperdicio, sino como materia prima con potencial. Porque la Luna, esa vecina silenciosa que guarda nuestras primeras huellas, también merece ser cuidada. Y ahora, con 3 millones de dólares en juego, el reto de limpiar lo que otros dejaron ha comenzado.
Fuente:
Autor: Martín Nicolás Parolari