
<p class="caption-title ">Peter Navarro, asesor de comercio del presidente Trump </p> <span class="caption-author ">BRENDAN SMIALOWSKI / AFP</span>
Algún día la historia intentará explicar cómo la Casa Blanca quedó en manos de un grupo de chalados, donde conviven un secretario de Salud antivacunas, un jefe del Pentágono que divulga secretos de Estado o un consejero de Comercio que basa sus políticas en un economista que no existe. Y cuyo presidente se mofa de los líderes mundiales alardeando ante el Comité Nacional Republicano de que los países le están “besando el culo” para negociar los aranceles.
Peter Navarro, asesor de comercio del presidente Trump
BRENDAN SMIALOWSKI / AFP
Los impostores han tomado el mando de Estados Unidos y el mundo se arruina mientras un amoral se ríe de sus decisiones, orgulloso de que el centro de la Tierra ya no esté en la estación de Perpiñán, sino en su blanco trasero. Ya nos advirtió Hobbes que “los impostores no necesitan estudiar mucho las causas naturales, pues les basta con servirse de la común ignorancia, la estupidez y la superstición de la humanidad”. El pensador inglés, padre de la filosofía política moderna, tuvo que ver como le quemaban sus libros por considerarlo un ateo. Por cierto, tras su muerte volvieron a arder.
Es un disparate que el mundo se tambalee por la fe de Trump en un economista que no existeCiertamente, que el pandemónium de los aranceles sea el resultado de la teoría que escribió un economista que nunca existió, llamado Ron Vara, es la demostración de que los locos se han hecho con el control del psiquiátrico. Su inventor es Peter Navarro, el arquitecto del proteccionismo de Trump. Navarro, que estudió en Harvard, lo cita a menudo en sus libros para reforzar sus argumentos. El nombre es un anagrama de su apellido y el engaño ha sido descubierto por un periodista.
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Elon Musk ha llamado “idiota” a Navarro en X por sus políticas y porque el asesor comercial del presidente dijo de él en la CNBC que no es un fabricante de coches, sino un simple ensamblador: las baterías vienen de Japón; los componentes, de Taiwán, y las piezas, de China: “Lo que nosotros queremos es que todo se produzca en nuestro país”.
A Abraham Lincoln se le atribuye una frase que invita a la esperanza: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar al mundo todo el tiempo”. El único problema es que parece que nunca llegó a pronunciarla.
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Autor: Màrius Carol Pañella