
A lo largo de seis temporadas, el punto de vista de Black Mirror sobre la tecnología y el futuro, se volvió sinónimo de una distopía posible. La séptima lleva ese concepto un poco más lejos y también, hace algo mejor. Lograr que la serie antológica de Netflix, recupere mucho de su estilo tenebroso y cínico al abordar sus habituales temas. Para la nueva entrega, con seis episodios escritos por Charlie Brooker, además la moraleja es muy clara. Hay una generación que creció en estrecha relación con la tecnología, destinada a mostrar las consecuencias de ese vínculo.
En particular, lo que ocurre cuando decidimos interpretar el mundo y la cultura que nos rodea a través de una pantalla, ya sea de teléfono o de un ordenador. Sin caer en el moralismo y evitando la tentación de volverse un discurso ético, Black Mirror vuelve a sus inquietudes más retorcidas. Por lo que para la temporada siete, indaga en la conciencia, el mal uso de la técnica y hasta la manipulación de la memoria y los recuerdos.
Todos, tópicos comunes en el programa a lo largo de su historia. Desde que The National Anthem, estrenado en 2011, dejara claro el estilo y torno de la producción, Black Mirror evolucionó para hacerse más oscura. Pero es la temporada siete, la que recupera mucho de esa perspectiva desoladora acerca de un futuro deshumanizante. También, de la forma en que la tecnología y los diversos avances, pueden volverse una amenaza para la cordura colectiva. Lo cierto es que Black Mirror recupera con sus más recientes capítulos la cualidad de profecía autocumplida.
Black Mirror (T7)
La séptima temporada de ‘Black Mirror’ recupera lo mejor de su dos primeras y recordadas entregas, enfocándose en la ciencia ficción pura. Todos sus capítulos son reflexiones más o menos cínicas acerca del mal uso de la tecnología y los problemas que eso acarrea. No obstante, también hay tiempo para explorar en cómo las nuevas herramientas, pueden hacer más profundos los vínculos humanos. Una combinación brillante que convierte a la entrega en una de las mejores de la serie a lo largo de su historia.
⭐⭐⭐⭐
Puntuación: 4 de 5.
Seis visiones tenebrosas sobre la alta tecnología
Por lo que sus tres primeros episodios, son los más cercanos a lo que Black Mirror fue en su primera y segunda temporada. El inicial, Common People, sigue a Amanda (Rashida Jones), una maestra que está a punto de morir debido a un tumor cerebral. Por lo que su esposo Mike (Chris O’Dawd’) toma una decisión desesperada: la de recurrir a la posibilidad de mantener su conciencia viva gracias a la tecnología.
Dirigido por Ally Pankiw, el capítulo es, en esencia, una reflexión incómoda y muy perversa sobre el manejo de la identidad en la era digital. Claro que, llevado a un nivel mucho más tenebroso y después, a un extremo delirante. No falta la startup de alta tecnología, que vende lo que parece la solución mágica a la muerte cerebral de Amanda. Un dispositivo capaz de mantenerla con vida, siempre que se mantenga en la red de servicios de la empresa. Una decisión que terminará por destruir la vida de la pareja. En especial, cuando Amanda se convierte en una versión simple de ella misma y después, en un cúmulo de datos en manos corporativas.
Más siniestro resulta Bête Noire, el segundo episodio y una macabra versión del uso egoísta de la tecnología. Eso, cuando un sistema cuántico misterioso logre modificar la realidad al gusto del usuario. Pero su creadora Verity (Rosy McEwen), decide que un poder semejante se usará para satisfacer su lado más mezquino. De nuevo, Black Mirror reflexiona sobre el uso de las ventajas de nuestra época y en la forma, en que los privilegios tecnológicos son armas en las manos equivocadas.
El tercer capítulo, Hotel Reverie, es una fábula romántica tecnológica al estilo San Junipero. Solo que, más allá de una historia de amor imposible, reflexiona sobre el poder del cine y otros medios artísticos, potenciados por tecnología de punta. A lo largo de sus 77 minutos, el episodio es una mezcla brillante de nostalgia, cultura pop y referencias al séptimo arte. Una rareza de temporada que sorprende por su profundidad en guion y su apartado visual.
El crimen, el dolor y el humor en ‘Black Mirror’
Por su parte, Plaything, es una evidente sátira a los habituales y populares procedimentales criminales. Contada en dos líneas de tiempo, una en 1994 y otra en 2034, relata cómo Cameron Walker (interpretado en la juventud por Lewis Gribben y de adulto por Peter Capaldi) cometió un asesinato. Un acto de violencia extremo, en el que intentaba salvaguardar y proteger vidas digitales. Una premisa en apariencia absurda, que funciona gracias a la capacidad del guion para profundizar en la idea de la existencia y sus límites.
Pero, sin duda, el mejor capítulo de temporada y quizás, de Black Mirror a través de su historia, es Eulogy. Dirigido por Christopher Barrett y Luke Taylor, es una reflexión tecnodistópica sobre el dolor, la soledad y la desesperación. Eso, a través de Phillip Conarthy (Paul Giamatti), un hombre que tras la muerte de una mujer con la que compartía una complicada historia emocional.
En medio del sufrimiento del duelo, Phillip intentará recordar de forma vivida a la fallecida, a través de un modelo de inteligencia artificial capaz de recrear las viejas fotografías de ambos. Con una asombrosa puesta en escena — la representación interactiva de las imágenes es detallada e ingeniosa — y un argumento sensible, Eulogy conmueve. Pero mucho más, explora en la humanidad de sus personajes con una delicadeza que va más allá del romanticismo y el drama.
Por último, la nueva temporada de Black Mirror trae la continuación del icónico USS Callister. Pero más allá de solo completar la experiencia de su capítulo original — estrenado en la temporada cuatro — USS Callister: Into Infinity, es una vuelta de tuerca a su concepto sobre el poder. También, un brillante toque de humor que lleva a la conocida premisa a un nivel por completo distinto. Eso, cuando el mundo virtual que ya planteó en la temporada seis, se vuelva centro de la atención de millones de usuarios.
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Una nueva temporada con mucho que ofrecer
En conjunto, la temporada siete de Black Mirror recupera lo esencial de la recordada versión británica de la serie, antes de su llegada a Netflix. Algo que permite que cada uno de los episodios sea una muestra de hasta dónde es capaz de llegar la producción en su punto de vista sobre la distopía. Pero más allá de rendir homenaje a una serie que marcó época, los nuevos episodios demuestran que la producción siempre es actual.
Ya sea porque su visión de la tecnología y la ciencia es más pertinente que nunca, o que Charlie Brooker está muy consciente de valor a futuro de la producción. Lo cierto es que la más reciente entrega demuestra que la serie tiene todavía mucho que ofrecer. Y que, más allá de su legado, también apunta a seguir innovando en un tipo de distopía que se vuelve más realista — y aterradora — con el tiempo. Un mérito que convierte a Black Mirror en parte esencia de la ciencia ficción contemporánea.
Fuente:
Autor: Aglaia Berlutti