
En ocasiones, el verdadero terror no se esconde en las páginas de un libro, sino en los despachos de Hollywood. Stephen King, el célebre autor de innumerables clásicos del horror, se enfrentó a una situación que le hizo pasar del papel al tribunal. Una adaptación que desvirtuó su obra fue el detonante de una batalla legal que cambiaría para siempre la relación entre autores y estudios de cine. Stephen King contra Hollywood: el inicio de una batalla inesperada © Nathan DeFiesta – Unsplash A lo largo de su carrera, Stephen King ha visto cómo muchas de sus novelas y relatos han sido llevados al cine. Algunas veces con éxito; otras, con resultados que él mismo ha criticado abiertamente. Sin embargo, a principios de los años 90, el autor se vio envuelto en un conflicto mucho más profundo que una simple discrepancia creativa. Una productora cinematográfica no solo tomó una de sus historias para llevarla a la pantalla grande, sino que utilizó su nombre de manera destacada para promocionar la película. El problema era que lo que se contaba en la cinta poco o nada tenía que ver con lo que King había escrito. Se trataba, según el autor, de una tergiversación tan extrema que dañaba su reputación y confundía al público.
King no se quedó de brazos cruzados. Inició una demanda contra los responsables del proyecto, exigiendo que se eliminara su nombre de todo el material promocional y de los créditos oficiales. Lo que comenzó como una queja individual terminó sentando un precedente jurídico crucial para los derechos de autor.
El cortador de césped: una adaptación que no lo fue © ScreamFactoryTV – YouTube La película en cuestión era El cortador de césped (The Lawnmower Man), dirigida por Brett Leonard y estrenada en 1992. Su argumento giraba en torno a un joven con discapacidad intelectual que se sometía a un experimento científico con realidad virtual y fármacos, lo que lo convertía en una mente superdotada y, más tarde, en una especie de entidad digital obsesionada con el poder absoluto.
Aunque el título era exactamente el mismo que el de un relato corto de King, las similitudes acababan prácticamente ahí. El cuento original, escrito en 1975 y publicado en el recopilatorio El umbral de la noche, narraba la historia de un hombre que contrataba a un servicio de jardinería bastante peculiar: el empleado era un sátiro que adoraba al dios Pan, se comía la hierba recién cortada, y terminaba sacrificando al protagonista junto con su cortacésped autónomo.
La escena inspiró vagamente un momento fugaz en la película, pero el resto del argumento era completamente original. A pesar de esto, la promoción inicial del filme lo anunciaba como «Stephen King’s The Lawnmower Man«, capitalizando descaradamente el renombre del autor para atraer al público.
Una victoria legal sin precedentes para los escritores El tribunal que atendió la demanda de King falló a su favor, obligando a los estudios Allied Vision Ltd. y New Line Cinema a retirar su nombre de cualquier material relacionado con la película. Aunque el estudio apeló, solo consiguió mantener una vaga mención que decía “basada en un relato corto”, sin mencionar directamente a King.
Pero la historia no acabó ahí. Tiempo después del estreno, se descubrió que el nombre del autor seguía figurando en la distribución en VHS de la película, especialmente en las carátulas de los vídeos. Esto llevó a King a presentar una segunda demanda, acusando a los responsables de incumplir una orden judicial previa. Esta vez, el juez impuso una sanción mucho más dura: New Line Cinema tendría solo 30 días para corregir todas las carátulas o enfrentarse a una multa de 10.000 dólares por cada día de incumplimiento. El fallo consolidó el caso como el primero en más de siete décadas en el que un autor lograba desvincular legalmente su nombre de una adaptación cinematográfica con éxito.
El legado de una demanda silenciosa pero poderosa Aunque El cortador de césped no es de las películas más recordadas de los años 90, su historia legal dejó una huella profunda en la industria del entretenimiento. Stephen King logró demostrar que los autores no están indefensos frente a las interpretaciones abusivas de sus obras, y que su nombre —más allá de una firma— es una marca protegida. Este caso también abrió la puerta a que otros escritores y creadores pudieran defender sus derechos frente a la maquinaria de Hollywood. King no solo protegió su reputación, sino que ayudó a redefinir los límites de la creatividad adaptativa, marcando un antes y un después en la forma en que el cine se relaciona con la literatura. [Fuente: HobbyConsolas]
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Autor: Thomas Handley