
G.: Un buen cotilleo puede ser sano.C.I.: Absolutamente sí. Ahí se ve la maldad con la que se haga. Saber cosas de gente que no conozco me da un poco igual, pero de mi entorno siempre me da vidilla, un poco de salseo.G.: En la novela desarrollas muy bien el concepto heteropero.C.I.: Es complicado. Creo que hasta yo lo he sido de alguna manera. Es un poco esa persona que marea. Estas chicas que dicen: “A mí me gustaría probar con una mujer”. ¿Cómo probar? ¿Somos una tarta? No entiendo este rollo de “me encantaría probar”. La otra persona ya sabe que le gusta. Existen sentimientos en el medio que hay que tener en cuenta en la ecuación y que es importante.“’A mí me gustaría probar con una mujer'. ¿Cómo probar? ¿Somos una tarta?"G.: ¿La bisexualidad siempre está en tela de juicio?C.I.: Siempre. Es un poco rollo tener que explicarlo todo el tiempo. A veces me he visto dando unas explicaciones que digo pero en qué momento yo he permitido que entren hasta la cocina. Cosas como qué porcentaje de hombres o mujeres me gusta o no. Es un poco loco. Intento poner más límites.G.: Lo increíble es que se sienten con el derecho de entrar hasta la cocina.C.I.: Hay veces que te preguntan con educación y está bien, pero también hay una parte de “está en Internet, lo puedes buscar y entender de qué va la movida”. No te tengo que explicar yo tampoco todo.G.: Un tema del que se habla poco es que hasta en el colectivo LGTBIQ+ nos topamos con el patriarcado.“Nadie ha dicho nuca ya sé mucho me planto”C.I.: Absolutamente. Y nos afecta a todas las personas que lo conformamos. Simplemente hay que ser conscientes. Yo he aprendido muchísimo desde mi adolescencia hasta ahora de cómo es el mundo, de cómo se comporta la gente conmigo. Estar en constante cambio y aprendizaje no me parece negativo, sino todo lo contrario. Además, como evidentemente no quiero hacer daño a nadie, mi interés principal es crecer y aprender. Se te abre más el mundo. El conocimiento no está mal nunca. Nadie ha dicho ya sé mucho me planto.G.: Hay lugares que nos atan al pasado, aunque pensemos que está superado.C.I.: Me parecía interesante hablar de las heridas que se producen en la infancia y en la adolescencia, de cómo te pueden afectar, aunque las razones y tu cabeza sepa que ya no tiene sentido, pero es una cosa que está ahí y que a veces es complicado de gestionar. Cualquier persona, cuando vuelve a casa de sus padres, sufre una regresión. Te pones el pijama de pelotillas de cuando tenías 15 años y de repente te colocas en otra posición con tus padres. Le pasa a todo el mundo. Yo, por ejemplo, he empezado a hacer regalos a mi familia en Navidad, hace muy poco. A mi padre y a mi madre sí que se los hacía, pero al resto como era la niña, nada. Nadie había caído en que yo ya soy una persona que cotiza desde hace tiempo.G.: Realizas una reivindicación del sexo desde una perspectiva íntima.C.I.: El sexo es un acto muy íntimo de compartir. Tú no te desnudas con cualquier persona. No todo el mundo tiene la misma relación con el sexo. Me interesaba mostrarlo, no desde un juicio al otro, ni desde la superioridad, sino desde el existe otra forma más de vivir las relaciones. Todas son válidas. Mi generación ha sufrido un poco el si no querías acostarte con alguien, eras una frígida, este tipo de cosas. Ahora hay mucha más información y ves que puedes vivir el sexo de otra manera.“Estar en constante cambio y aprendizaje no me parece negativo, sino todo lo contrario”G.: Qué necesidad tenemos todos de que nos quieran.
Fuente:
Autor: Gema Hospido