
Creado:
24.03.2025 | 18:00
Actualizado:
24.03.2025 | 18:00
Si estás buscando un chute extra de vitalidad, las bebidas energéticas te lo darán. Ahora bien, no descartes que ese plus vaya acompañado de náuseas, insomnio, cefaleas y arritmias cardiacas. Con esta lista en la mano, la ciencia echa por tierra los poderes que el marketing les atribuye y desaconseja su consumo basándose en investigaciones y conclusiones probadas.
Así, hace tiempo que están en el punto de mira de los profesionales de la salud, pues no son pocos ni leves los riesgos relacionados con ellas. Sin embargo, no parece que estos avisos metan demasiado miedo al público. Al menos eso es lo que se desprende de los datos que arroja el último informe del Observatorio Español de las Drogas y las Toxicomanías, que sitúa la ingesta de las bebidas energéticas en España entre los adolescentes de entre catorce y dieciocho años en el 40 % –con una prevalencia que sube al 49,7 % entre los varones–.
Las cifras se igualan entre sexos en el tramo de los quince y dieciséis años, donde además su uso está estrechamente ligado al de la ingesta de alcohol y drogas. En concreto, el 47,5 % de los adolescentes que han bebido alcohol también han tomado bebidas energéticas, y dos de cada tres, cocaína.
¿Energía enlatada o bomba adictiva?
El mensaje que llega a estos jóvenes desde los departamentos de mercadotecnia de las grandes empresas comercializadoras se centra en el incremento del rendimiento deportivo y sus poderes casi mágicos para acabar con la fatiga y el cansancio. También hacen hincapié en que estos refrescos pueden dotarnos de la dosis de energía que nos falta para afrontar el día –y lo que haga falta– con tan solo tragarse el contenido de una de esas latas con diseño tan atractivo.
Sin embargo, esta supuesta retahíla de bondades y poderes que rozan la idea de milagro tiene una cara B. Instituciones y organismos de salud exponen y difunden desde hace tiempo una inquietante lista negra de efectos nocivos. Estudios como el realizado por la Universidad de Waterloo (Canadá), con más de dos mil entrevistas a niños y jóvenes de entre doce y veinticuatro años, recogen pruebas de su toxicidad para los jóvenes.
Según este trabajo, más de la mitad de los encuestados –el 55,4 %– aseguró haber padecido alguna consecuencia negativa tras haber tomado este tipo de brebajes. En concreto, el 24,7 % afirmó haber tenido palpitaciones; otro 24,1 % reportó dificultades para dormir; un 18,3 % dijo haber sufrido vómitos, diarrea o náuseas; y un 3,6% experimentó dolor en el pecho. El 3,1 % afirmó que había solicitado o considerado pedir asistencia médica.
Una mezcla explosiva de cafeína y azúcar: el cóctel que promete vitalidad podría desencadenar insomnio, ansiedad y arritmias. Ilustración artística: DALL-E / Edgary Rodríguez R.
Lo que dice la comunidad médica
La comunidad médica no es ajena a este problema y, junto con las instituciones y los medios de comunicación, ha expresado su preocupación por la seguridad de estas bebidas. “Especialmente por su alto contenido de cafeína y la cada vez más frecuente descripción de efectos adversos”, sostiene la doctora Paola Beltrán Troncoso, vocal de la Sección de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
Asimismo, la experta destaca las consecuencias nada saludables que tienen estos brebajes energéticos para los sistemas cardiovascular y neurológico. Ahora bien, ¿cómo actúan en el organismo? “El trabajo cardíaco y la percepción de palpitaciones aumentan transcurridos entre 30 y 120 minutos tras la ingesta, ya que es cuando la cafeína, tomada de forma abusiva, alcanza sus máximos niveles en sangre”, nos explica.
Un efecto cuyo origen hay que buscarlo en un incremento corporal de noradrenalina. “Esta hormona es la responsable de elevar la frecuencia cardiaca, así como de estimular la liberación de glucosa de los depósitos energéticos, aumentar el flujo sanguíneo a los músculos y subir la tensión arterial”, describe la doctora Beltrán.
Riesgo para personas con alteraciones cardiológicas
“La presión arterial puede llegar a incrementarse entre 6 y 10 mmhg en la sistólica y de 3 a 6 mmHg en la diastólica, mientras que las pulsaciones pueden subir entre tres y siete latidos por minuto —puntualiza la experta. Y añade—: Por eso, beber esta clase de refrescos puede representar un problema especialmente relevante en personas con alteraciones cardiológicas subyacentes no diagnosticadas”.
Sin embargo, las consecuencias cardiovasculares no suelen manifestarse de forma aislada. “De hecho, es habitual que su consumo excesivo vaya acompañado de temblores, insomnio, ansiedad, náuseas e, incluso, convulsiones”, advierte la doctora Beltrán. Unos síntomas que, aunque no pasan desapercibidos para los consumidores de estas bebidas, no siempre los asocian a ellas.
Desde el equipo de nutrición de PRONAF (Programas de Nutrición y Actividad Física), liderado por el dietista-nutricionista Alfonso Romero, resaltan, además, el riesgo de que aparezca adicción. “Si las bebidas energéticas se tomaran esporádicamente, no sería necesario alertar sobre este punto. El problema es que pueden provocar dependencia, y esto hace que haya personas que las toman a diario”, remarca Romero.
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El efecto activador
“De todos sus ingredientes, la cafeína y las vitaminas son los principales responsables del aporte extra de energía del que hacen gala”, señala por su parte Marta Gámez, dietista-nutricionista y directora técnica del Grupo NC Salud. Además, Gámez sostiene que la presencia de estas sustancias “favorece el metabolismo energético, así como la reducción del cansancio y la fatiga”.
En esta misma línea, el doctor vicente javier clemente, del Grupo de Investigación en Psicofisiología Aplicada del Centro de Excelencia en Salud, Deporte y Ciencias de la Vida de la Universidad Europea (Madrid), apunta que “la combinación de cafeína y azúcar tiene un efecto activador en el ser humano”. Eso sí, también avisa de que “las altas dosis de cafeína pueden llevar consigo problemas a nivel orgánico y crear dependencia, al igual que el azúcar”. Por ello, “su ingesta continuada no sería muy recomendable”.
Más tajante se muestra la doctora Beltrán, que rechaza esos poderes energizantes e identifica la vitalidad que se les achaca con un mero reclamo publicitario. La especialista observa lo siguiente: “A fecha de hoy no existe evidencia científica suficiente sobre la eficacia o los beneficios en el desempeño deportivo. Sin embargo, sí hay motivos de preocupación sobre su seguridad”.
Fuera de los límites aconsejados
En la misma línea, la doctora Beltrán insiste en que “los niveles de cafeína en las bebidas energéticas con frecuencia sobrepasan los límites aconsejados, los cuales están fijados en 20 mg cada 100 ml”. Para hacernos una idea más clara de los riesgos que se corren: “Consumir más de 6 mg por cada kilo de peso corporal satura la vía metabólica hepática, aunque existen importantes diferencias individuales”, matiza la especialista.
Ante tantos argumentos en contra centrados en la cafeína, hay quien podría replicar que los granos de café incluyen antioxidantes – ácido clorogénico, ácido cafeico, ácido ferúlico, ácido cumárico, etc.– y, por tanto, es un nutriente saludable. ¡Buen intento! No obstante, la doctora Beltrán lo rebate sin pestañear: “La mayoría de las veces, la cafeína añadida a las bebidas energizantes es un alcaloide sintético. Además, el patrón de consumo de estas bebidas y del café es claramente distinto”, apostilla.
El marketing las pinta como aliadas del deporte, pero la ciencia advierte sobre sus efectos tóxicos en adolescentes y atletas. Ilustración artística: Edgary Rodríguez R.
Lista de ingredientes preocupantes
Más componentes que completan sus propiedades estimulantes son, según Gámez, “la taurina, la glucuronolactona, el ginseng, la caritina, la creatina y el Ginkgo biloba”. A la vez, el azúcar es el otro gran escollo que ven los expertos en la lista de ingredientes. “Su alto contenido es la causa principal de la aparición de obesidad. Y para colmo, la mezcla de azúcar con el pH ácido de su formulación da como resultado la formación de caries dental”, añade Gámez.
Uno de los grupos de población más afines a la moda de tomar bebidas energéticas es el de los amantes del ejercicio físico. Se estima que la mitad de ellos las consumen de manera habitual durante los entrenamientos o antes de competir. De analizar los efectos secundarios que pueden acarrearles se ha ocupado un equipo de la Universidad Camilo José Cela, en Villanueva de la Cañada (Madrid).
Patrones vinculados tradicionalmente a las bebidas con cafeína
La investigación siguió durante cuatro años a deportistas de élite de diversas disciplinas –fútbol, rugby, tenis, baloncesto, voleibol, natación, hockey y escalada–. Antes de cada competición, un grupo tomó el equivalente a tres latas de bebida energética y el otro, una bebida placebo.
Los resultados obtenidos atestiguan que el primer grupo sufrió con más frecuencia insomnio, nerviosismo y mayor nivel de activación después de la competición, patrones vinculados tradicionalmente a las bebidas con cafeína. Los autores señalan, tal y como recoge el British Journal of Nutrition, que no hubo diferencias significativas entre sexos, ni en la percepción de los efectos positivos ni tampoco en la de los efectos secundarios.
Aquí es donde los profesionales ven mayor peligro para la población deportiva. Según la doctora Beltrán, “algunas de las muertes atribuidas a las bebidas energéticas se asocian al consumo antes, durante o después de una actividad física extenuante. Se ha planteado la posibilidad de que la adrenergia y las arritmias cardiacas estuvieran detrás de dichos fallecimientos”.
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Edgary Rodríguez R.
Christian Pérez
Comportamiento peligroso
Comparte la misma visión Gámez, quien ve en la ingesta desmedida de cafeína combinada con el ejercicio intenso “un comportamiento peligroso”. Por esta razón, cree que “la asociación de bebidas energéticas y deporte debería ser re-evaluada por las instituciones científicas y sanitarias”.
Por su parte, Fernando Herrero, miembro del equipo de nutrición de PRONAF, considera que, “aunque hay investigaciones que revelan que esta clase de refrescos puede tener un efecto positivo en el rendimiento, hay que escoger aquellas bebidas que han sido elaboradas específicamente para ello”.
El experto en nutrición deportiva nos recuerda que “si utilizamos las de mayor calidad, se puede mejorar tanto a nivel aeróbico como anaeróbico. Por ejemplo, las que contienen estimulantes y fluidos, pero no carbohidratos, pueden incrementar la resistencia debido al uso más extenso de depósitos de energía endógena”, explica Herrero.
Las bebidas energéticas en el punto de mira
Ante los trabajos y conclusiones vertidas desde la ciencia, los Gobiernos de algunos países como el Reino Unido, Canadá o Lituania han reaccionado prohibiendo su venta entre la población más joven. Medidas que son apoyadas por profesionales de la salud como el doctor Clemente, quien opina que “este tipo de iniciativas son útiles para no crear adultos dependientes, pues la cafeína y el azúcar pueden crear adicción en sujetos en etapas de crecimiento”.
Y es que, según el experto, la dependencia es mucho más probable que se inicie en edades tempranas. Además, en esta fase del desarrollo bastan dosis muy bajas de cafeína para crear hiperactividad. Por si esto fuera poco, alerta de que “algunos estudios han visto disminuciones agudas de la hormona del crecimiento después de la toma de cafeína”. Dato importante, dado que esta sustancia se encarga del desarrollo muscular.
La doctora Beltrán también se muestra especialmente preocupada por la población infantil y la adolescente, “ya que la exposición a la cafeína es mayor entre los jóvenes que en los adultos, por tener un menor peso corporal”. Por este motivo, defiende la idea de “incluir una advertencia en el etiquetado para indicar las poblaciones vulnerables: menores de dieciocho años, mujeres embarazadas o en lactancia materna e individuos sensibles a la cafeína o que consumen otro tipo de estimulantes o medicaciones basadas en esta sustancia”. Y, de forma especial, incide en que el aviso debería dirigirse “a las personas con trastornos cardiovasculares ya diagnosticados”.
La energía que cobra factura: temblores, dependencia, hipertensión y alteraciones cognitivas son solo algunos de los efectos secundarios. Ilustración artística: DALL-E / Edgary Rodríguez R.
Alteración del sistema nervioso
A los perjuicios que enumera la doctora Beltrán, Gámez añade un nuevo enfoque centrado en aspectos conductuales. “El consumo de tabaco y otras sustancias dañinas para el organismo y la ingesta elevada de alcohol en periodos cortos de tiempo están ligados a un mayor riesgo de depresión y lesiones que requieren tratamiento médico”, señala.
Una aseveración apoyada en la literatura científica que, según la experta, “recientemente ha reflejado un incremento de casos donde se observa una modificación del comportamiento y las capacidades cognitivas en adolescentes que usan bebidas energéticas”.
Desde una perspectiva que mira más a largo plazo, Romero remarca que “un punto clave en la distinción entre adultos y adolescentes consumidores es que, en personas jóvenes, tomar bebidas calóricas altas en azúcares simples puede llevar a un IMC (índice de masa corporal) mayor en su vida de adulto”. Algunos estudios así lo corroboran. Asimismo, “la ingesta elevada de bebidas energéticas también puede alterar el sistema nervioso de los púberes, provocar enfermedades futuras o aumentar el riesgo de padecerlas”, advierte Romero.
Un cóctel bomba
En relación a las consecuencias que pueden tener en el ámbito de la conducta, la doctora Beltrán hace referencia al patrón de consumo que aparece cuando unimos refrescos energéticos y bebidas alcohólicas, una bomba que, sin duda alguna, resulta explosiva. “Estas bebidas amortiguan el efecto depresor del alcohol sobre el sistema nervioso central y, como consecuencia de esto, se relacionan con una ingesta inadecuada o patrones de consumo de riesgo”, asegura la especialista.
Por eso, aconseja “evitar esa costumbre, especialmente entre los jóvenes, ya que se ha demostrado que promueve la tendencia al abuso simultáneo de otras sustancias”.
En concreto, Gámez detalla la forma en que actúa este cóctel, demasiado habitual en los clubes y discotecas de moda. “Al llevar al organismo elevadas cantidades de cafeína, se reduce la somnolencia, eso sí, sin disminuir los efectos del alcohol. Esto ocasiona un estado de embriaguez muy consciente, lo que mantiene al individuo despierto más tiempo y, por tanto, con mayores oportunidades de seguir consumiendo bebidas”.
Una afirmación sustentada en los numerosos estudios que confirman que, “a pesar de que las bebidas energéticas reducen la percepción subjetiva de los síntomas de embriaguez, que incluyen disfunciones en la coordinación motora, en la reali dad, dicha reducción no tiene lugar, ni tampoco una disminución del tiempo de reacción”. Visto lo visto, tú decides. Pero, tal vez, la mejor forma de reactivarte no pase por beber esa lata llena de engañosas promesas de vitalidad.
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Edgary Rodríguez R.
Christian Pérez
Referencias
Hammond, D., Reid, J. L., & Zukowski, S. Adverse effects of caffeinated energy drinks among youth and young adults in Canada: a Web-based survey. Canadian Medical Association Open Access Journal. (2018). doi: 10.9778/cmajo.20160154
Fuente:
Autor: edgary185