
Publicado por
Christian Pérez
Redactor especializado en divulgación científica e histórica
Creado:
29.03.2025 | 10:52
Actualizado:
29.03.2025 | 10:52
En el mundo de los insectos, las estrategias de caza y supervivencia han alcanzado niveles de sofisticación asombrosos. Pero, entre todas, pocas resultan tan llamativas como la que acaba de revelar un equipo internacional de investigadores. Lo que descubrieron en una pieza de ámbar birmano de 99 millones de años no es solo una nueva especie de avispa parasítica. Es una auténtica rareza de la evolución, un diseño corporal que, incluso hoy, no encuentra equivalente entre los insectos vivos: un abdomen transformado en una trampa, similar a una Venus atrapamoscas.
Este peculiar insecto, bautizado como Sirenobethylus charybdis, ha sido descrito recientemente en un artículo científico publicado en la revista BMC Biology. La investigación, que combina análisis morfológicos detallados y reconstrucciones en 3D mediante microtomografía, fue liderada por científicos del Museo de Historia Natural de Dinamarca y de la Universidad Normal de la Capital en China.
Un abdomen que funcionaba como trampa
Lo más asombroso de esta especie es la estructura de su abdomen. En lugar del típico aguijón solitario o del ovipositor extendido que muchas avispas utilizan para depositar sus huevos en otras criaturas, Sirenobethylus contaba con una especie de "aparato de sujeción" abdominal formado por tres lóbulos superpuestos, móviles y recubiertos de largas sedas sensoriales. Este mecanismo, preservado con asombroso detalle en los fragmentos de ámbar, funcionaba como una trampa articulada capaz de cerrar y mantener inmovilizada a su víctima.
Lejos de aplastar al huésped, como haría una verdadera trampa mecánica, el aparato parecía más bien diseñado para sujetar sin dañar, lo que ha llevado a los investigadores a sugerir que esta avispa practicaba una estrategia conocida como parasitoidismo koinobionte. Es decir, inmovilizaba a un insecto vivo justo el tiempo necesario para depositar sus huevos en su interior, permitiendo luego que la víctima siguiera viva mientras las larvas se desarrollaban dentro de ella.
Ejemplar de Sirenobethylus charybdis conservado en ámbar desde hace 99 millones de años. Fuente: Qiong Wu / Christian Pérez (composición)
Hallan pruebas de que unas iguanas cruzaron 8.000 km de océano a bordo de balsas vegetales hace 30 millones de años: es la travesía más larga jamás realizada por un vertebrado terrestre
Una estrategia evolutiva sin precedentes
La comparación con Dionaea muscipula, la famosa Venus atrapamoscas, no es gratuita. En ambos casos, se trata de estructuras que capturan a sus presas mediante un movimiento de cierre rápido. Solo que, en esta ocasión, hablamos de un animal, no de una planta. El paralelismo entre mundos tan distintos pone en evidencia cómo la evolución, en contextos completamente separados, puede dar lugar a soluciones anatómicas sorprendentemente similares.
La nueva especie no solo representa un género y una familia extinta de avispas, Sirenobethylidae, sino que también amplía nuestro conocimiento sobre la diversidad de estrategias reproductivas en el Cretácico. Hasta ahora, no se conocía ninguna estructura parecida en ningún insecto moderno ni fósil. Y es que, aunque las avispas parasíticas llevan millones de años desarrollando métodos para parasitar a otras especies, esta transformación del abdomen como herramienta de sujeción representa un verdadero salto de creatividad evolutiva.
El nombre del insecto también encierra una historia curiosa. El epíteto charybdis alude al monstruo marino de la mitología griega que tragaba enormes cantidades de agua para formar remolinos, en referencia al movimiento envolvente del aparato abdominal. Por su parte, el prefijo Sireno- hace referencia tanto a la forma del abdomen, similar a la cola de un manatí, como a las sirenas de la mitología, a medio camino entre lo hipnótico y lo peligroso.
Aunque los detalles anatómicos son los protagonistas del estudio, el contexto histórico y mitológico en el que los científicos han enmarcado este hallazgo aporta una dimensión casi literaria a la noticia. No es raro que los nombres de nuevas especies revelen algo del impacto que causan a quienes las descubren.
Detalle ampliado del mecanismo de sujeción abdominal de Sirenobethylus charybdis. Fuente: Qiong Wu / Christian Pérez (composición)
El ámbar birmano y la controversia científica
Pero este descubrimiento tan espectacular no está exento de polémica. El ámbar que lo contiene proviene de la región de Kachin, en el norte de Myanmar, una zona rica en fósiles y en conflictos. Desde hace años, el comercio de ámbar en esta región ha sido vinculado a la financiación de grupos armados y al uso de mano de obra en condiciones cuestionables.
Aunque la muestra en cuestión fue adquirida en 2015, antes del agravamiento del conflicto tras el golpe militar de 2017, el debate sobre la ética en el uso de ámbar birmano en paleontología está más vivo que nunca. La Sociedad de Paleontología de Vertebrados ha recomendado no publicar estudios basados en ámbar birmano obtenido después de ese año, y muchas revistas científicas han adoptado una postura similar.
Una reconstrucción artística de Sirenobethylus charybdis, la avispa prehistórica con un abdomen en forma de trampa. Fuente: Qiong Wu
Lo paradójico es que los fósiles de Kachin son, en muchos sentidos, insustituibles. El ámbar del Cretácico de esta región ha revelado detalles sin precedentes de la vida en esa época: plumas de dinosaurios, lagartijas, ranas, arañas, e incluso restos de tejidos blandos, imposibles de conservar en otros entornos geológicos. El potencial para reescribir capítulos enteros de la historia natural es inmenso, pero llega acompañado de serias preguntas éticas.
En el caso de Sirenobethylus, los investigadores subrayan que el espécimen fue adquirido legalmente, y que su análisis es una contribución valiosa al conocimiento científico. Sin embargo, el estudio vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de establecer criterios claros, transparentes y equitativos en el acceso a materiales fósiles procedentes de zonas en conflicto.
Sirenobethylus charybdis preservada en ámbar desde el Cretácico. Fuente: Qiong Wu / Christian Pérez (composición)
Un mensaje desde el Cretácico
Y si bien la historia de esta avispa podría parecer una anécdota más en el extenso relato de la evolución de los insectos, su descubrimiento nos recuerda algo esencial: que incluso hace 99 millones de años, la naturaleza ya era capaz de diseñar organismos con niveles de especialización y sofisticación que aún hoy nos resultan desconcertantes.
Esto es lo que se escuchó cuando un tiburón hizo ruido por primera vez: graban su sonido real bajo el agua
La existencia de un insecto con un abdomen transformado en una trampa biomecánica nos obliga a replantear qué entendemos por diversidad evolutiva. Lejos de ser un fenómeno exclusivo del presente, la creatividad de la vida tiene raíces muy profundas, muchas veces ocultas bajo capas de resina y millones de años de historia.
Referencias
Wu, Q., Vilhelmsen, L., Li, X. et al. A cretaceous fly trap? remarkable abdominal modification in a fossil wasp. BMC Biol 23, 81 (2025). doi:10.1186/s12915-025-02190-2
Fuente:
Autor: christianperez