
Publicado por
Christian Pérez
Redactor especializado en divulgación científica e histórica
Creado:
30.03.2025 | 14:23
Actualizado:
30.03.2025 | 20:08
Durante décadas, los tesoros dorados de la tumba de Tutankamón han deslumbrado al mundo, pero algunas de las piezas más modestas —cuatro bastones de madera y cuatro bandejas de barro sin ornamentos— podrían esconder una de las claves más intrigantes sobre las creencias funerarias del Antiguo Egipto. Recientes investigaciones han replanteado por completo su significado, vinculándolas con un ritual casi desconocido que parece haber tenido como objetivo devolver la vida al joven faraón mediante la recreación simbólica del despertar de Osiris, el dios de los muertos.
Este rito, conocido como el Despertar de Osiris, se había documentado en fuentes más tardías, pero jamás se había observado evidencia física de su aplicación en una tumba real anterior a la Dinastía XIX. Sin embargo, un análisis exhaustivo del contexto arqueológico y de antiguos textos funerarios sugiere que estos objetos, hallados junto al sarcófago en la cámara mortuoria del faraón niño, podrían constituir la primera manifestación conocida del ritual. Más aún: todo indica que el propio Tutankamón habría sido la figura pionera en incorporarlo a una ceremonia real.
Un ritual para derrotar la muerte
La mitología egipcia está plagada de relatos sobre la muerte, desmembramiento y resurrección de Osiris, el dios que, tras ser asesinado por su hermano Seth, fue reconstruido por Isis y reanimado simbólicamente por su hijo Horus. Esta historia no solo sirvió como narrativa religiosa, sino como guía ritual para el tránsito al más allá. Reproducir ese renacimiento mitológico en el contexto de un funeral real tenía un poder inmenso: aseguraba al difunto una transformación divina y la posibilidad de vida eterna.
Los cuatro bastones de madera encontrados en la tumba de Tutankamón no eran simples adornos ceremoniales. Su disposición, material y forma remiten al jeroglífico “res”, vinculado a la autoridad y al despertar de los muertos en los textos funerarios egipcios. Estos bastones, además, se situaban a la altura de la cabeza del faraón fallecido, como si imitasen la escena en la que Horus, con su cetro, ordena a su padre regresar del reino de los muertos.
Por su parte, las bandejas de barro cocido —hechas probablemente con limo del Nilo— habrían servido para contener libaciones de agua sagrada, leche o ungüentos. En la cosmovisión egipcia, el agua del Nilo era el símbolo supremo de regeneración. No en vano, Osiris estaba estrechamente asociado al ciclo del río y a la fertilidad que traía cada crecida anual. Verter estos líquidos en torno al cadáver, como parte del rito, equivalía a insuflarle vida de nuevo.
La figura de Osiris acompañada por los cuatro protectores de Horus. Foto: Wikimedia
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Una ruptura con el pasado… y una restauración simbólica
Este ritual adquiere aún mayor relevancia si se considera el contexto religioso del reinado de Tutankamón. Hijo de Akhenatón, el faraón hereje que abolió el culto a los dioses tradicionales para imponer una religión centrada en el disco solar Atón, Tutankamón llegó al trono en medio de una crisis teológica. Bajo su reinado, Egipto volvió progresivamente al sistema politeísta, restableciendo el culto a deidades como Amón, Isis o el propio Osiris.
Incluir un rito como el Despertar de Osiris en el corazón de la tumba de Tutankamón no fue una decisión inocente. Fue una declaración de intenciones. Era una forma de romper con la herejía de su padre y de alinear simbólicamente al joven rey con la tradición más antigua y respetada de Egipto. No solo se trataba de garantizar su renacimiento en el más allá, sino de devolver al Estado la legitimidad teológica que había sido comprometida.
Un rompecabezas arqueológico
Durante décadas, los objetos en cuestión habían pasado casi desapercibidos. Cuando Howard Carter descubrió la tumba en 1922, los clasificó como soportes o bases de otros elementos más destacados. No fue hasta una relectura moderna de sus diarios, planos y fotografías originales —combinada con el uso de tecnologías digitales de reconstrucción en 3D— que los investigadores comenzaron a reinterpretar su función.
Lo fascinante es que este posible Despertar de Osiris parece haber sido un ritual en evolución. En tumbas de épocas posteriores, aparecen representaciones visuales explícitas de este acto: figuras que extienden bastones por encima de momias, rodeadas de líquidos rituales. Pero en tiempos de Tutankamón, esas escenas aún no existían. Si el ritual fue concebido entonces, o simplemente adaptado por primera vez para uso real, sigue siendo un misterio. En cualquier caso, el hallazgo convierte a esta tumba en un laboratorio ritual pionero.
Además, la disposición de los objetos sugiere que fueron colocados con una intencionalidad casi escénica, como si se hubiese ejecutado una representación dentro de la propia tumba. Algunas teorías incluso proponen que el rito pudo haberse llevado a cabo in situ, en la cámara funeraria, con los objetos dispuestos en los cuatro puntos cardinales, rodeando el cuerpo del faraón. Sería la primera vez que se documenta un acto litúrgico de tal magnitud dentro de una tumba cerrada.
Fotografía tomada en 1922 del ángulo noroeste del antecámara; a la derecha se observa el tabique de yeso que la separa de la cámara funeraria. Foto: Harry Burton / Wikimedia
Ecos de un mito eterno
No todos los expertos están de acuerdo sobre la interpretación de estos objetos. Algunos sugieren que podrían corresponder a otro tipo de rito, como el de los cuatro portadores de antorchas del Libro de los Muertos, en el que cada figura guiaba al faraón por un punto cardinal distinto hasta su encuentro con Osiris en la sala del juicio final. En ese caso, las bandejas podrían haber servido para apagar antorchas rituales con leche de vaca blanca, en alusión a la diosa Hathor.
Sin embargo, la hipótesis del Despertar de Osiris parece más coherente con la evolución teológica de la época y con el simbolismo de los materiales. Incluso la elección del barro del Nilo como materia prima para las bandejas refuerza esta conexión con Osiris, fertilidad y regeneración.
Este descubrimiento, que no es reciente pero que ha pasado desapercibido fuera de círculos académicos, ofrece una nueva lectura de la tumba de Tutankamón: ya no solo como un almacén de tesoros, sino como un espacio ritual cuidadosamente diseñado para representar una resurrección divina. En este sentido, el faraón niño no solo fue una figura política efímera, sino también el protagonista simbólico de una de las reinvenciones religiosas más importantes del Egipto faraónico.
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Y quizás esa sea la verdadera lección que deja esta nueva interpretación: que incluso los objetos más humildes, cuando se analizan desde una mirada renovada, pueden cambiar por completo nuestra visión del pasado.
Referencias
Brown, N. (2025). These thy libations, Osiris! A reconsideration of the four clay troughs from the tomb of Tutankhamun (KV62). The Journal of Egyptian Archaeology. doi:10.1177/03075133251322798
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Autor: christianperez