
La autoayuda nunca había sido lo mío. Pero, como con tantas cosas que no habían sido lo mío antes de ser madre –del colecho a la lactancia a demanda–, la realidad ha terminado por imponerse como una sonora (e irónica) bofetada. El caso es que, poco antes del final de mi baja por maternidad, cuando la ansiedad anticipatoria y la tristeza empezaban a anidar en mí, di con una idea en Instagram que me resultó inmediatamente tranquilizadora –dejando de momento al margen, claro, los sinuosos y alargados tentáculos del algoritmo–. En el perfil de la citada red social de Zoe Blaskey, autora del libro Motherkind (Harper Collins) y exitosa presentadora de un pódcast homónimo, leí el siguiente mensaje: “No tienes que ‘retornar’ después de convertirte en madre. Ni a tus vaqueros ni a tu vida social ni a tu trabajo ni a tu ser. En su lugar, cambias y avanzas hacia la mujer en la que te estás convirtiendo”.En conversación con esta cabecera, Blaskey elabora ese enfoque en profundidad. “Nada me enfurece más que la idea de tener que ‘volver al punto de partida’ [‘bounce back’, en inglés]. La maternidad no es un contratiempo del que haya que recuperarse. La noción misma de que debamos pasar por la mayor transición por la que pasa una mujer y luego tengamos que recuperarnos como si nunca hubiera sucedido, para volver a encajar en nuestras antiguas vidas, ropas e identidades, es la razón de que tantas de nosotras sintamos que nos hemos equivocado en algo y nos culpemos por ello”, argumenta y sentencia: “La clave es aceptar el desorden de esta temprana etapa de la crianza. Confiar en que serás capaz de descubrir una nueva versión de ti misma. Una versión increíble, de hecho”.Una transformación de la cabeza a los pies. Literalmente.Tras dar a luz a su primer hijo el pasado 25 de octubre, instalada en su primer mes de posparto, Rocío García-Viso, matrona y autora de El arte de crearte (Espasa), escribió la siguiente reflexión que ahora comparte con Vogue España: “A veces, me miro al espejo y pienso en una idea atípica, que ninguna mujer antes ha compartido conmigo. Hasta me da vergüenza decirlo, por si parece que idealizo la situación. Porque no todas nos sentimos de la misma manera. Maternar es infinitamente diverso. Me gusta mi tripa postparto. La miro y la veo distinta: nunca antes habría dicho que esta tripa es mía. Tiene otra forma y otra consistencia. Pero también tiene algo que me genera nostalgia, una línea más oscura que la cruza, llamada línea alba, fruto de los cambios hormonales del embarazo. Ahora me recuerda lo que mi cuerpo ha hecho, el viaje increíble que ha ocurrido. Sé que se me va a borrar, porque aunque mi cuerpo ha cambiado para siempre, no siempre estará así. Por eso la miro y sonrío, porque es el tatuaje más bonito que voy a llevar jamás y porque todo pasa, aún lento, mientras el tiempo se pone las alas para empezar a volar”.Esta idea de aceptación de la metamorfosis que experimenta el físico y la mente tras gestar y convertirse en madre está muy presente en la manera en la que García-Viso se enfrenta a esta primera etapa de la crianza. “Abrazar esta evolución del cuerpo con salud física y mental es para mí una meta profesional con las mujeres a las que acompaño y conmigo misma desde que la personita que más quiero dejó de compartir cuerpo conmigo. No pasa desapercibida la vida que has creado, es mejor no intentarlo, porque dejó huella por dentro y por fuera, de la cabeza a los pies”, ahonda, antes de pasar a abordar la literalidad que contiene esta última frase. “La neurociencia ha demostrado que el cerebro de la mujer cambia durante la gestación para favorecer las conexiones neuronales que refuerzan el vínculo y cuidado del bebé (esto tiene nombre, se llama ‘matrescencia’) y también hay estudios publicados que demuestran que hasta un 70% de las mujeres perciben cambios en la estructura de sus pies después de tener un hijo”, explica la también divulgadora en redes sociales.
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Autor: Eva Blanco Medina