
El regreso de Donald Trump a la presidencia vino acompañado de decisiones que no pasan desapercibidas. Entre ellas, la designación de Elon Musk al frente de un organismo clave que busca reformar el gasto público. Sin embargo, lo que más ha llamado la atención no es el presupuesto, sino el modelo laboral que Musk impuso y que podría redefinir los límites del trabajo tal como lo conocemos. Un nombramiento inesperado y una carga laboral sin precedentes Desde que fue designado como responsable del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), Elon Musk ha implementado una lógica radical en la gestión de sus equipos. Este organismo, creado por Trump para optimizar los gastos de las agencias federales, se convirtió rápidamente en centro de debate por una sola razón: las horas de trabajo impuestas a su personal. © Andrew Harnik/Getty Images. Musk, conocido por su estilo exigente en el sector privado, replicó ese enfoque en el ámbito público. Según sus propias declaraciones, los empleados de DOGE trabajan 120 horas por semana, lo que implica prácticamente estar activos las 24 horas del día, todos los días hábiles. El empresario justificó esta medida apelando al compromiso con una nueva etapa de gobierno a la que denominó “Trump 2.0”.
En sus palabras, el exceso de burocracia y la falta de eficiencia en otras dependencias se deben a su ritmo de trabajo “optimista” de solo 40 horas semanales. “Por eso están perdiendo tan rápido”, afirmó. La propuesta, sin embargo, ha encendido múltiples alarmas dentro y fuera del gobierno.
¿Es legal trabajar 120 horas semanales en Estados Unidos? Aunque la Constitución y las normativas laborales estatales establecen límites sobre la duración de la jornada laboral, la flexibilidad del sistema estadounidense ha permitido que en algunos sectores se adopten horarios extendidos con el consentimiento de los empleados. Estados como California reconocen jornadas de hasta 12 horas por día, aunque bajo estrictas regulaciones.
Sin embargo, alcanzar las 120 horas semanales implicaría trabajar 24 horas durante cinco días o más de 17 horas todos los días de la semana, dejando poco o ningún espacio para el descanso, la vida personal o el cuidado de la salud mental y física. Esto ha despertado inquietudes sobre si se están vulnerando derechos laborales fundamentales, especialmente en el contexto de una institución pública.
El impacto físico y mental de jornadas extremas Organizaciones médicas y expertos en salud ya han advertido sobre los efectos negativos que puede tener este tipo de jornadas sobre la salud humana. La prestigiosa Mayo Clinic, consultada por medios internacionales, asoció los turnos prolongados con un aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares, obesidad y cuadros depresivos.
© Liza Summer Además, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) han enfatizado que dormir menos de siete horas por noche —algo casi inevitable con este tipo de horario— “puede provocar graves problemas de salud”. Entre ellos, destacan la pérdida de concentración, alteraciones emocionales, y una disminución de la capacidad inmunológica. Trabajar en condiciones tan exigentes no solo afecta el rendimiento individual a corto plazo, sino que también puede tener consecuencias crónicas que afectan al sistema de salud pública, incrementando los costos que el mismo DOGE pretende reducir.
¿Una tendencia que podría expandirse? El modelo Musk está generando inquietud sobre si este enfoque podría replicarse en otras áreas del gobierno o incluso en el sector privado. Si bien se presenta como una medida excepcional para un proyecto puntual, algunos analistas temen que esta lógica de “hiperproductividad” comience a permear en otras estructuras laborales. Por ahora, no existen leyes federales que prohíban explícitamente estas prácticas si existe consentimiento y remuneración adecuada, lo cual deja la puerta abierta a interpretaciones y futuras demandas legales. Mientras tanto, la presión social crece, y muchos se preguntan si esta forma de gestionar recursos humanos representa una mejora de eficiencia o una regresión en derechos laborales.
¿Qué hay realmente detrás de esta estrategia? Aunque la medida se presenta como parte de una cruzada por la eficiencia gubernamental, algunas voces críticas sugieren que podría tratarse también de una estrategia política. Reforzar la imagen de un gobierno “en acción constante” podría enviar un mensaje potente a los votantes, especialmente aquellos que valoran la disciplina y el sacrificio personal. Sin embargo, si los costos humanos son tan elevados como advierten los especialistas, el modelo podría volverse en contra de quienes lo impulsan. El debate recién comienza, pero una cosa es segura: las jornadas laborales nunca volverán a discutirse de la misma forma.
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Autor: Lucas Handley