
<span class="image__caption">La llamada a la rendición, un incidente en el ataque a la Armada española, y Retrato de Isabel I. Fotos: AGE y ASC / J.C.</span> <span class="image__author"> - La llamada a la rendición, un incidente en el ataque a la Armada española, y Retrato de Isabel I </span>
Publicado por
Luis Gorrochategui Santos
Licenciado en Filosofía por la Universidad Central de Barcelona (1987). Historiador y escritor especializado en la Monarquía Hispánica en el siglo XVI.
Creado:
9.04.2025 | 05:30
Actualizado:
9.04.2025 | 05:30
El fracaso de la Gran Armada sería el pistoletazo de salida de la mayor campaña de propaganda de la historia de Inglaterra, y esto desde que se produjo hasta nuestros días. Podríamos pensar que tal campaña empieza a dar síntomas de agotamiento debido a la ofensiva española desde la investigación empírica, que ha dinamitado la conexión entre el relato propagandístico y el conocimiento técnico de lo acontecido.
Pero no sería de extrañar que un relato con tal cantidad de tópicos asociados resurja metamorfoseado, pues la necesidad que le dio lugar sigue existiendo.
La Armada Invencible: la verdadera historia más allá de la derrota
Inglaterra pone en marcha su máquina propagandística
Tras las noticias ciertas del 18 de septiembre de 1588 de que la Gran Armada volvía a España tras circunvalar las islas Británicas, Inglaterra lanzaría las campanas al vuelo: poemas, panfletos, medallas, naipes, monedas, grabados, cuadros, canciones populares, etc., vieron la luz para festejar aquello.
Grabado de 1655, obra de William Faithorne. Isabel I está flanqueada por sir Francis Walsingham (dcha.), su secretario principal de 1573 a 1590, y William Cecil (izda.), primer barón de Burghley y primer secretario de Estado (cargo que ocupó 40 años). National Portrait Gallery, Londres. Foto: ASC.
El maquiavélico William Cecil publicó su famoso panfleto en el que habla de la derrota de la ‘Invencible’. Es una falsa carta de un católico inglés al embajador español en Francia explicándole que veía muy lamentable que España hubiera intentado invadir Inglaterra, y subrayaba que hasta los católicos de aquel país consideraban que había sido una mala idea, un error a los ojos de Dios. Según decía, esos católicos ingleses eran más leales (addicted) a la reina que al papa.
Y una traducción añadió: “Aquí termina la historia de la mala fortuna de la Armada española, que se llamaba Invencible”. Lo de Invencible (que escribe con mayúsculas para subrayar la ironía) aparece todavía hoy en los libros de historia, pero jamás fue empleado por los españoles para describir a la Gran Armada de 1588.
Elizabetha Triumphans, de James Aske. Reproducción del original de la Universidad de Cambridge (1588). Foto: ASC.
En noviembre, el poeta James Aske publica Elizabetha Triumphans, una idealización de la arenga que la reina pronunció en Tilbury el 19 de agosto anterior, y que es conocida por todos en la Inglaterra de hoy. Por su parte, Charles Howard, nombrado en 1587 comandante supremo de la flota inglesa contra la Gran Armada, encargó diez enormes tapices conmemorativos representando una gigantesca batalla naval que jamás se produjo. De hecho, él fue quien ordenó una estrategia de acoso indirecto a la flota española en vez de atacarla directamente. Con todo ello, irá tomando cuerpo el relato fundacional inglés, que atravesará los siglos actualizándose a demanda según las necesidades.
Una de las primeras será ocultar las verdaderas causas de la Gran Armada, que fueron los ataques piráticos que llevaba perpetrando Isabel I durante más de dos décadas y en tiempo de paz contra España y su ayuda a una facción de rebeldes holandeses que se habían levantado contra su rey, es decir, su intromisión en asuntos internos de Felipe II.
Descubre la historia de los monarcas Felipe II e Isabel I: dos colosos enfrentados por la hegemonía mundial
Causas que, por cierto, han permanecido ocultas hasta hace bien poco, pues el relato camufló a la flota en una cruzada religiosa según la cual el depravado español, por fanatismo y ansias expansionistas, se dirigió contra la inocente y tolerante Isabel. Así entendemos que este mito se engarza, de modo intrínseco e inaugural, con el anglicanismo, es decir, con la ruptura de la Iglesia de Inglaterra con la unidad del cristianismo.
Sobre estas líneas, uno de los grabados de Hendrik Cornelius Vroom, artista holandés de escenas marítimas, de los enfrentamientos entre las flotas inglesa y española en 1588. El artesano bruselense Franz Spiering los convertiría en diez tapices de 8,25 x 4,60 m que decorarían la Cámara de los Lores. Metropolitan Museum of Art, Nueva York. Foto: MET Museum.
Es por eso por lo que conlleva inseparablemente la demonización del catolicismo y de España. En lo que se refiere a la primera, está en juego no solo la continuidad del reinado de Isabel I, sino la separación definitiva de Inglaterra del resto de Europa en materia religiosa –el mayor Brexit de la historia–. Por lo que respecta a la segunda, se generará la imagen hipermalvada del español que va a funcionar como propaganda de guerra permanente, pues la praxis expansiva inglesa se realizará fundamentalmente a costa de España. Por lo tanto, el mito de la Invencible es salvoconducto a la impunidad y a la beligerancia, pero también una justificación moral.
El falso relato fundacional
Así, en una Inglaterra anglicana celosa de su independencia y que empieza a crecer, el episodio de la Gran Armada adquiere una importancia total. Los tapices de Howard son comprados por el rey en 1616 y envolverán la Cámara de los Lores, sede del poder político inglés, durante más de dos siglos, convirtiéndola en la caja de resonancia del que se fijará como el relato fundacional por excelencia.
Bajo el rumor de invasión napoleónica en 1798, James Gillray hará dibujos de propaganda antifrancesa. En la imagen, una de sus caricaturas del año 1804, titulada L’Assemblée Nationale. Foto: ASC.
El mensaje anticatólico y antiespañol acabará vertiéndose en otro, de confianza y libertad nacional, al que acudir invariablemente en los grandes momentos de la historia de Inglaterra. Bajo el rumor de invasión napoleónica en 1798, Gillray hará dibujos de propaganda antifrancesa en los que los invasores destruyen los tapices simbólicos de invulnerabilidad.
Y desde aquellas guerras al propio Churchill, pidiendo la mítica tranquilidad de Drake ante la Gran Armada, para aguantar esta vez los bombardeos alemanes, o a Margaret Thatcher, que en 1976 toma como ejemplo a Isabel I en la escalada bélica ante Rusia y en 1998 regala una placa con la derrota de la Invencible a Augusto Pinochet, bajo arresto domiciliario en Londres y con una orden de extradición a España. Y desde ahí al Brexit, en cuyo discurso enardecido aparece la mítica victoria ante la Gran Armada como garantía de éxito futuro, y los acantilados de Dover iluminados para recordarlo.
En 1998, la primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher, regaló una placa con la derrota de la Invencible a Augusto Pinochet. El dictador chileno estaba bajo arresto domiciliario en Londres y con una orden de extradición a España. Foto: Getty.
Formidable la goleada propagandística que Inglaterra ha metido a España durante siglos con la murga de la Invencible, aunque ni siquiera ganó la guerra. Es más, el auténtico fracaso fue el de la Invencible inglesa o Contraarmada, que Isabel I envió contra Felipe II en la primavera de 1589. Fascinante hasta qué punto este mito va en Inglaterra más allá de aquel ataque nocturno con los brulote o de la gran escaramuza de Gravelinas del día ocho de agosto de 1588.
En este sentido, no hay nada parangonable en España, ni seguramente podría haberlo, pues siguió imperando de un modo mantenido, sin tocar sus mitos fundacionales. A nadie se le ocurrió encargar tapices como símbolo de la victoria ante el malvado pirata inglés en 1589, y quizás hubiera sido una buena idea. La Contraarmada se quedará, de este modo, circunscrita a la memoria de La Coruña y simbolizada en la brava heroína María Pita. La corbeta de la memorable expedición Balmis que zarpó desde la ciudad en 1803 llevará su nombre, y en su honor se grabaron medallas y escribieron narraciones románticas en el tercer centenario de la Contraarmada, pero poco más.
Situado en la plaza de A Coruña que lleva su nombre, el Monumentoa a María Pita se trata de una estatua en bronce, creada por Xosé Castiñeiras, que representa a la heroína de la defensa de La Coruña en 1589 contra la Expedición Drake-Norris levantando la lanza con la que mató al alférez inglés, mientras coge con la otra mano el cuerpo sin vida de su marido Foto: Shutterstock.
Existe en España, eso sí, gran cantidad de documentos históricos en los archivos, escritos con el objetivo de transmitir datos según la concreta responsabilidad de cada cual. Son copiosos y fidedignos y una fuente de valor incalculable. Pero eso no es propaganda. No se ha pasado de esta dimensión nunca. La Contraarmada no se convirtió en un mito, y quizás España deba ser acusada de dejadez.
Ocultar el fracaso de la Contraarmada, otro éxito
En vivo contraste, nuevamente Inglaterra, y otra vez con gran campaña propagandística y desde el primer momento, ocultó este enorme fracaso. Drake y Norris, desde Plymouth, piden ayuda para ocultar la hecatombe, y es publicado, en el mismo mes de agosto de 1589, otro extraordinario panfleto, firmado por un Anthony Wingfield, que se presenta, esta vez, como un desmentido contra la narración que, de boca en boca, está extendiéndose por Inglaterra y que habla de una gran catástrofe. Describirá así unas operaciones militares alternativas: son ocultadas las batallas perdidas, nacen de la nada victorias y se cambia el relato por uno opuesto al que estaba circulando.
No estuvo solo este memorable panfleto, hubo más; entre ellos, la Ephemeris expeditione, una deliciosa epístola renacentista, escrita en latín. Drakus y Norreysius son ahora équites, Rogerus Gulihelmius (Robert Williams), cónsul, Thomas Fenerus, thalasiarca, y, rodeados de tribunos, centuriones y decuriones, derrotan a los Hispani. Una joya literaria.
¿Cuánto tardaron los romanos en conquistar Hispania?
Todo esto oculta la Contraarmada dentro y fuera de Inglaterra y además tendrá un efecto insospechado, pues estos panfletos se convertirán en la principal fuente sobre estas operaciones para la historiografía inglesa posterior y muy posterior, que fijan la propaganda y la hacen cristalizar en historia convencional europea. Nada menos. Algo muy difícil de mover.
Es la historia que hemos estudiado y todos creemos, y en la que subyace, intacto y actualizado, el antiguo relato antiespañol. Por ejemplo, en la famosa Enciclopedia de Grado elemental de José Dalmau, publicada en 1922, y que seguía editándose a todo trapo décadas después, encontramos la lección XXV: La Armada Invencible, que ocupa la mayor parte del espacio dedicado al reinado de Felipe II.
Pero en la Historia de España de Segundo de Bachillerato de Baia Edicions de 2003, por poner otro ejemplo, nos topamos con el apartado El problema inglés, que recae estrepitosamente y al detalle en los tópicos ingleses sobre la Gran Armada y, para más ludibrio, informa brevemente de la Contraarmada como de un exitoso contraataque de represalia.
Así, debemos refutar la objeción que Ortega y Gasset vertió sobre la tesis del historiador inglés Arnold Toynbee, que defendía el carácter nacionalista de la historiografía. Él lo vio claro en la historiografía inglesa de su época, y se puede aplicar a todas.
José Ortega y Gasset (1883-1955), exponente de la teoría del perspectivismo y de la razón vital e histórica. Foto: Getty.
Y así, no solamente no se transformó en un mito la Contraarmada en España, sino que, para mayor escarnio, sí lo hizo la derrota de la Gran Armada. De este modo, el paradigma antiespañol, la leyenda negra, será utilizado durante siglos mientras España continúe siendo la primera potencia territorial del planeta, para atacarla, y después, magistralmente, para romper la unidad del Imperio.
Así se construyó la Leyenda Negra contra el Imperio español
Melquíades Prieto
Juan Castroviejo
El gran logro de romper el Imperio
Debemos tomar conciencia de que Inglaterra pretendió la penetración en el Imperio desde el principio, fue repetidamente rechazada por las armas y, al no conseguirlo, lo intentó exitosamente con la propaganda, la seducción y la intriga. Y así, este paradigma va a ser puesto en escena en el siglo XIX en América a través de los involuntarios colaboradores británicos Simón Bolívar, José San Martín, etc.
El fundador de las repúblicas de la Gran Colombia y Bolivia, Simón Bolívar (1783-1830), por Rafael Salas. Foto: Getty.
Y si a esto sumamos que el resultado de la praxis española fue la integración de pueblos, aculturación y sincretismo pero, en última instancia, pervivencia y educación, comprendemos que existía una masiva población originalmente americana a la cual seducir, y también por qué este relato siguió expandiéndose de modo imparable.
Podríamos entonces decir que si España obtuvo una gran victoria contra el Reino Unido en la guerra en la que ayudó a la independencia norteamericana, no fue nada comparada con la gigantesca victoria que obtiene Reino Unido en 1810-1824, en su ayuda a la independencia hispanoamericana. La victoria española fue de tipo militar, pero la británica tuvo un alcance mucho mayor, pues siendo también en parte militar fue una victoria moral, una victoria mítica y propagandística en la forja y sustitución de los lugares comunes en los que se asienta la conciencia de los pueblos.
Al no poder derrotar militarmente y sustituir a los pueblos hispánicos, debido a la decisiva victoria española del 5 de julio de 1807 en Buenos Aires, pasó al plan B: incendiar sus ganas de independencia, incitarlos a odiar lo que los unía y, de este modo, fragmentarlos, penetrar, robar los metales preciosos y hacerse más tarde con el control de su riqueza.
Esta es la desconocida historia de los indígenas que lucharon 'por el rey y por España' durante la independencia de América Latina
Así, con la diplomacia, la cultura sesgada, la captación de españoles que consideraron propicios, aquel relato propagandístico de héroes que repelieron a la Invencible del tirano español fue actualizado para encajar interesadamente en los ideales de la Ilustración. Aquel mito de la Inquisición, estruendosamente insostenible al mínimo cotejo con la verdad histórica, y una imagen de la España decimonónica tan malvada como la del XVI, fueron resucitados exitosamente.
Así, tras la subsiguiente derrota militar de España, y tras la decepción de aquellos ingenuos emancipadores, a última hora arrepentidos, que soñaron con una nueva América unida y fuerte, el Imperio se fragmentará en bien trazados trocitos que se pauperizarán. Se convertirá en Latinoamérica, con muchas banderas e himnos enfrentados entre sí y a España, como hijos de un dios menor.
En resumidas cuentas, la derrota del enemigo es completa. Triunfo total del paradigma antiespañol, también en Hispanoamérica. Si en Inglaterra sirve para mantener encendida la llama del pueblo en momentos difíciles, en el mundo hispánico es al revés, el negativo fotográfico: sirve para apagarla.
Recuperar la verdad histórica
En este sentido, es urgente desmontar este relato y recuperar una verdad histórica completamente distorsionada o sepultada bajo siete losas. Tan sepultada, que será necesaria la actitud del paleontólogo que encuentra un hueso en una sima, y para el que es crucial su localización tridimensional exacta antes de su extracción, pues solo relacionándolo posteriormente con su capa estratigráfica, es decir, con su época, podrá reconstruir su pleno significado.
Pues hagamos lo mismo con las acusaciones vertidas contra España, ya que una vez ‘paleontologizadas’ y comparadas milimétricamente con las prácticas coetáneas de otros países, se convierten, de un modo realmente inesperado y palmario, por un lado en inmensos méritos españoles, y por el otro, en tremebundos bumeranes hacia los países de origen.
La llamada a la rendición: un incidente en el ataque a la Armada española, 1588. Litografía en color de la Escuela inglesa que recrea el momento en el que sir Francis Drake con su Revenger captura el galeón Nuestra Señora del Rosario de don Pedro Valdés, dejado a su suerte por la Armada. Ilustración publicada en Cassell’s History of the British People (1920). Foto: AGE.
Pero este asunto no consiste en acumular datos, sino en tomar conciencia de lo que realmente ha pasado debido a un manejo magistral del relato, y en recuperar posteriormente la verdadera historia, porque en ella están las bases morales de la identidad y de la acción en el futuro. Por el contrario, el desconocimiento histórico pierde tales bases, imprescindibles para aquellos que jurarían que el tiempo es oro, y no dinero.
Un pueblo de raíces más empáticas, amables y poderosas de lo que la propaganda dominante quiere mostrar, uno que llevó la civilización en forma de prósperas ciudades donde vivían personas nacidas allí, con hermosas plazas y avenidas, hospitales, universidades, catedrales, caminos, ley, respeto a los derechos y propiedad de los habitantes oriundos, y lo que hoy llamamos sostenibilidad. En resumen, buena vida, como manifestaron perplejos los visitantes extranjeros que allí estuvieron a millones de personas en millones de kilómetros cuadrados durante siglos.
Nadie hizo nada igual, y eso es motivo de orgullo. Aunque hay que aceptar que España va a seguir siendo la malvada porque la victoria propagandística en su contra conlleva, en un devastador efecto tsunami, que haya introyectado el relato mantenido en el tiempo hasta travestirse, paradójicamente, en el enemigo derrotado, en seguidora y amplificadora de un paradigma antiespañol con marchamo de cientificidad.
Máxime dada la progresión de la cultura en inglés, y su poder hegemónico en los siglos XX y XXI al mantener su unidad cultural y autoestima compartida, debido a que EE. UU. se separa de Inglaterra casi por un asunto de tipo económico, pero sin demonizarla, sino al revés, sintiéndose orgullosos de sus orígenes. Hay que decir que los norteamericanos no fueron inducidos a la independencia por reuniones secretas en Madrid.
Este paradigma, inmerso en la crucial irrupción de lo audiovisual, alcanza un poder de difusión y fijación insospechado, pues buscará generar emociones negativas hacia España, y por eso encontramos escenas de crueldad asociadas a los españoles en la filmografía anglófona. Y si una imagen vale más que mil palabras, una escena vale más que mil imágenes. Así, la propia España, inoculada con ese relato, a modo de aberrante mecanismo de defensa, de reacción anafiláctica, lo reproduce aumentado con demasiada frecuencia en películas y series históricas, en un intento de redimirse mediante la recreación de sus supuestas faltas.
Y de este modo, el unido y autocomplaciente mundo WASP, gracias a su maravilloso poder novelístico, cinematográfico y televisivo, ha arrasado este campo de batalla, convirtiendo en una verdadera hazaña para España hacer cine o televisión históricos que no estén irremediablemente influenciados por el largo y antiguo brazo de la excelente propaganda británica.
Fuente:
Autor: juancastroviejo