
<span class="image__caption">Hallazgo histórico revela que algunos libros medievales fueron encuadernados con piel de foca. Ilustración artística de un monje medieval encuadernando un libro. Foto: ChatGPT-4o/Istock/Christian Pérez</span>
Publicado por
Christian Pérez
Redactor especializado en divulgación científica e histórica
Creado:
9.04.2025 | 14:36
Actualizado:
9.04.2025 | 14:37
Durante siglos, miles de libros antiguos han reposado en bibliotecas europeas como testigos silenciosos de la Edad Media. Algunos de ellos, sin embargo, guardaban un secreto a la vista, imposible de imaginar sin la ayuda de la ciencia moderna. En apariencia, eran simples manuscritos medievales con cubiertas de cuero. Pero un análisis biomolecular reciente ha revelado algo inesperado: estas cubiertas peludas no eran de cerdo ni de ciervo, como se pensaba. Eran pieles de focas del Ártico.
Este sorprendente hallazgo forma parte de un estudio internacional publicado en Royal Society Open Science, liderado por la investigadora Élodie Lévêque y un equipo multidisciplinar de expertos en biología, arqueología y conservación. El equipo ha examinado minuciosamente más de treinta manuscritos de abadías cistercienses en Francia, Inglaterra y Bélgica, fechados entre los siglos XII y XIII, y ha identificado restos de focas barbudas, focas comunes e incluso focas de Groenlandia en sus encuadernaciones.
El enigma de los “libros peludos”
Todo comenzó con una simple observación visual. Algunos libros conservaban restos de pelo en sus cubiertas, lo cual ya era inusual en sí mismo, pues lo habitual era que el cuero fuera rasurado. Las descripciones antiguas hablaban de piel de jabalí o de ciervo. Sin embargo, los patrones del pelo no coincidían con ninguno de estos animales.
Para resolver el misterio, los investigadores recurrieron a técnicas pioneras en biocodicología: análisis de colágeno mediante espectrometría de masas (eZooMS) y extracción de ADN antiguo. Con métodos casi invisibles para el ojo humano, tomaron micro-muestras con gomas de borrar y extrajeron información genética que permitió identificar con precisión la procedencia animal de las cubiertas. El resultado fue tan inesperado como revelador: la mayoría pertenecían a pinnípedos, un grupo que incluye a las focas.
Lo más fascinante es que las pieles provenían de animales cazados a miles de kilómetros de distancia: Noruega, Dinamarca, Escocia, Islandia e incluso Groenlandia. Para una abadía como Clairvaux, situada en el interior de Francia, sin acceso directo al mar, esto implicaba una red de comercio sorprendentemente extensa.
Dos de los manuscritos analizados por el equipo estaban encuadernados con piel de foca común. Fuente: Élodie Lévêque
Una red de comercio medieval más global de lo que se creía
Los monasterios cistercienses, como el de Clairvaux, no eran solo centros de oración y copia de manuscritos. Eran también nodos fundamentales en una red económica y cultural que atravesaba Europa. Aunque solemos imaginar el mundo medieval como aislado y limitado a lo local, estos hallazgos sugieren todo lo contrario.
Las pieles de foca no llegaron a Clairvaux por casualidad. Todo indica que formaban parte de un comercio fluido entre el norte de Europa y el continente. Los vikingos y sus descendientes noruegos, que aún mantenían rutas comerciales activas en el siglo XIII, intercambiaban marfil de morsa, pieles, cuerdas y grasa animal provenientes del Ártico. Algunos documentos históricos incluso sugieren que las pieles de foca se ofrecían como tributo a la Iglesia, especialmente en territorios como Groenlandia, donde la moneda era escasa.
Este hallazgo no sólo revela una economía compleja en la Edad Media, sino también el protagonismo de las comunidades monásticas en su articulación. Los libros con piel de foca estaban presentes en Clairvaux y en muchas de sus casas filiales: Clairmarais, Vauclair, Rievaulx o Fountains, en Inglaterra. La elección del material no parece haber respondido al contenido del libro, ni a una función ceremonial específica. Todos los manuscritos se encuadernaban del mismo modo, lo que indica que el uso de pieles de foca era una práctica extendida y estandarizada en estas casas cistercienses.
Blancura espiritual y pragmatismo monástico
¿Por qué usar pieles de foca para cubrir libros? La respuesta no es sencilla, pero el estudio apunta a una mezcla de razones estéticas, prácticas y simbólicas. A diferencia del cuero oscuro típico de otros monasterios, los cistercienses eran conocidos por su predilección por el blanco. Sus hábitos no eran blancos puros, sino de un tono marfil, grisáceo, que encajaba perfectamente con el pelaje de los cachorros de foca, especialmente los de Groenlandia.
Aunque hoy esas cubiertas se ven marrones o grisáceas debido a la oxidación del tiempo, en su origen habrían lucido un blanco sedoso y discreto, en línea con la estética cisterciense, que evitaba la ostentación. Además, las pieles de foca ofrecían una ventaja práctica: su impermeabilidad natural protegía mejor los libros de la humedad.
Paradójicamente, es probable que los monjes no supieran que estaban usando pieles de foca. En el siglo XII, el vocabulario para identificar animales marinos era limitado, y el sello no figuraba entre los animales conocidos por los europeos del interior. En bestiarios de la época, estos animales se describen como “terneros marinos”, a medio camino entre el pez y el perro. La idea de que una cubierta suave y blanca pudiera provenir de un ser semiaquático y lejano simplemente no formaba parte del imaginario monástico.
Los investigadores descubrieron que varios libros medievales fueron encuadernados con piel de foca común, procedente de las frías aguas del Atlántico noroccidental. Foto: Istock/Christian Pérez
Una práctica que desapareció con el clima… y con la historia
Curiosamente, el uso de pieles de foca en encuadernaciones desapareció hacia finales del siglo XIII. El estudio sugiere que esta práctica declinó con el inicio de la Pequeña Edad del Hielo, un periodo de enfriamiento global que dificultó la caza marina en el Ártico. Las técnicas vikingas de caza no estaban preparadas para un mar cada vez más helado, lo que redujo la disponibilidad de focas. A ello se sumó el colapso de los asentamientos nórdicos en Groenlandia, desconectando esta región del comercio europeo.
Los libros, sin embargo, permanecieron. Aunque muchos han perdido su cubierta original, otros aún conservan parches de piel, costuras y restos que delatan su pasado. Gracias a la ciencia y al análisis de materiales, hoy sabemos que estos manuscritos eran más que objetos devocionales o intelectuales: eran también portadores de una historia de intercambios globales, de adaptaciones culturales y de una espiritualidad tejida con los hilos de la economía medieval.
A veces, el pasado se esconde a plena vista. Y basta una lupa, una goma de borrar y un poco de ADN para devolverle su voz.
Referencias
Lévêque É, Teasdale MD,Fiddyment S, Bro-Jørgensen MH, Spindler L,Macleod R, Bougard F, Tange Olsen M, Collins M.2025 Hiding in plain sight: the biomolecularidentification of pinniped use in medievalmanuscripts. R. Soc. Open Sci. 12: 241090. DOI:10.1098/rsos.241090
Fuente:
Autor: christianperez