
Creado:
9.04.2025 | 14:01
Actualizado:
9.04.2025 | 14:01
Enclavada en el corazón de los Alpes austríacos, la abadía de Admont se erige como un testimonio viviente del esplendor del arte barroco. Además de ser un centro de gran valor artístico, este edificio religioso también alberga la biblioteca monástica más antigua (y, de paso, la más grande) del mundo. Fundada en el año 1074 por el arzobispo Gebhard de Salzburgo, esta abadía benedictina ha sido, durante siglos, un faro de conocimiento, fe y patrimonio cultural. Su biblioteca, que alberga más de 70.000 volúmenes en una única sala, sigue siendo un ejemplo excepcional de cómo el arte, la espiritualidad y la ciencia pueden coexistir en armonía.
Un legado milenario: historia y propósito de la biblioteca
Desde su fundación, la abadía de Admont se estableció como un centro monástico dedicado al estudio, la contemplación y la conservación del saber. Su biblioteca representa la esencia de ese propósito. En ella, se ha custodiado y transmitido el conocimiento acumulado a lo largo de generaciones. Aunque el edificio actual de la biblioteca se construyó siglos después de su fundación, en el siglo XVIII, sus raíces intelectuales se remontan al siglo XI, lo que la convierte en la biblioteca monástica activa más antigua del mundo.
Durante la Edad Media y la temprana Edad Moderna, el monasterio desempeñó un papel central en la copia de manuscritos, la creación de crónicas y el estudio de disciplinas como la teología, la filosofía, la astronomía y las ciencias naturales. Este enfoque integral del saber refleja el espíritu benedictino, que no separa lo espiritual de lo intelectual.
Biblioteca monástica de Admont. Fuente: Jorge Royan/Wikimedia
Un templo del barroco: arquitectura y estética
El espacio más emblemático de la abadía es, sin duda, su biblioteca. Diseñada por el arquitecto Joseph Hueber entre 1764 y 1776, la sala principal presenta un despliegue majestuoso del estilo barroco tardío. Con una longitud de 70 metros, una altura de 14 metros y divididad en siete salas interconectadas, este espacio no solo impresiona por su tamaño, sino también por su sofisticada ornamentación.
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La luz natural que inunda la sala a través de sus 48 ventanas contribuye a la sensación de armonía y elevación espiritual, un principio fundamental del barroco sacro. Las estanterías de madera blanca y dorada, junto con el suelo de mármol, crean una atmósfera de serena majestuosidad.
Hueber diseñó el espacio con una simbología precisa alrededor del número siete. De hecho, el número siete representa la totalidad del saber, por lo que la disposición de las salas de la biblioteca sugiere un viaje desde lo terrenal hacia lo divino. Esta concepción arquitectónica refleja una cosmovisión en la que el conocimiento es un camino hacia la trascendencia.
Una de las esculturas barrocas de la biblioteca. Fuente: Abadía de Admont
Una iconografía del saber: frescos, esculturas y relieves
Otro de los elementos notables de la biblioteca de Admont son los frescos del techo, realizados por Bartolomeo Altomonte entre 1775 y 1776. Estos frescos representan las etapas del conocimiento humano y su relación con la sabiduría divina. En ellos, se retratan alegorías de las ciencias, las artes y las virtudes, en un diálogo visual que combina el pensamiento clásico con la espiritualidad cristiana.
Heredero del barroco veneciano, Altomonte logró producir una obra de madurez en la que se equilibran el dinamismo compositivo y la claridad simbólica. Su pintura del techo central, que representa la apoteosis de la sabiduría divina, marca el eje conceptual del conjunto decorativo.
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Junto con los frescos, destacan las esculturas realizadas por Josef Stammel, uno de los escultores más notables del barroco austríaco. Su serie de figuras alegóricas talladas en madera, en especial Las cuatro últimas cosas (la muerte, el juicio, el cielo y el infierno), aporta una dimensión dramática y filosófica al espacio. Las esculturas de Stammel son ejemplos excepcionales de la expresividad barroca ligada a la reflexión teológica.
Fresco de la biblioteca. Fuente: Abadía de Admont
El corazón del saber: los libros y manuscritos más importantes
La colección de la biblioteca monástica de Admont asciende a unos 200.000 volúmenes, de los cuales más de 70.000 se conservan en la sala principal. Este corpus incluye incunables, manuscritos medievales, impresos raros y obras fundamentales de diversas disciplinas. La biblioteca también mantiene una sección contemporánea, con publicaciones modernas que se integran en el mismo espíritu de conservación y acceso al conocimiento.
Entre los tesoros más destacados se encuentran más de 1400 manuscritos, algunos de los cuales datan del siglo VIII. Estas valiosas obras se trajeron a Admont desde otras comunidades monásticas tras la fundación de la abadía. Entre ellos se incluyen códices litúrgicos, tratados teológicos y comentarios bíblicos. Destaca una copia única del Speculum Humanae Salvationis, un manuscrito iluminado que articula la historia de la salvación mediante tipologías bíblicas.
La biblioteca también cuenta con una notable colección de incunables, es decir, libros impresos antes de 1501. Entre ellos, figura una edición temprana de la Biblia latina de Maguncia, contemporánea a la imprenta de Gutenberg. Quien la visite, además, también encontrará obras científicas del Renacimiento y la Ilustración, como tratados de astronomía, medicina y botánica. Esta variedad de títulos ilustra la participación de los monjes en los debates científicos de su tiempo.
Recreación fantasiosa de una biblioteca barroca. Fuente: Midjourney/Erica Couto
Un espacio vivo: los trabajos de conservación y divulgación
A diferencia de otras bibliotecas históricas que funcionan como museos, la de Admont sigue siendo una biblioteca en activo, al servicio de la comunidad monástica y de los investigadores. El equipo de conservación realiza tareas continuas para preservar los manuscritos y libros antiguos. Para ello, combina técnicas tradicionales con herramientas digitales de última generación.
Además, la abadía se ha abierto al turismo cultural y académico. A través de exposiciones, visitas guiadas y publicaciones, la biblioteca se ha convertido en un espacio de diálogo entre pasado y presente, entre saber monástico y curiosidad laica. Su presencia digital también ha crecido. Parte de su colección se ha digitalizado y puede consultarse en línea.
La biblioteca como símbolo
Más allá de su valor artístico e histórico, la biblioteca de la abadía de Admont encarna una concepción del conocimiento profundamente humanista. En su arquitectura, sus frescos y su fondo bibliográfico se expresa una misma idea: el saber es una vía hacia lo divino, y toda forma de conocimiento verdadero es un reflejo de la sabiduría eterna.
Este principio, anclado en la tradición benedictina, otorga a la biblioteca una dimensión filosófica que la distingue de otras instituciones similares. La biblioteca de la abadía de Admont, por tanto, destaca como un testimonio del esplendor barroco europeo, pero también como un símbolo vivo de la relación entre fe, conocimiento y belleza.
En un tiempo de aceleración digital y fragmentación informativa, espacios como el de Admont nos recuerdan que la búsqueda del conocimiento es también una búsqueda de sentido. Y que, en el silencio de una sala repleta de libros antiguos, se puede escuchar todavía el eco de una sabiduría inagotable.
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Autor: ericacouto