
<span class="image__caption">Tres mujeres musulmanas vestidas con diferentes velos. Foto: Midjourney/Juan Castroviejo.</span> <span class="image__author"> - Tres mujeres musulmanas vestidas con diferentes velos </span>
Creado:
27.01.2025 | 17:00
Actualizado:
27.01.2025 | 12:15
La visión del islam que tenemos en Occidente no es inocente y arrastra connotaciones negativas como barbarie, despotismo y misterio. Estos prejuicios tienen mucho que ver con las fantasías que evocan harenes, esclavas, danzas eróticas…: imágenes de un Oriente lascivo y rudimentario. Esta mirada distorsionada se debe a la ignorancia sobre un mundo distinto al nuestro y a que metemos en el mismo saco costumbres y hechos islámicos sin tener en cuenta sus raíces, su geografía y su evolución, convirtiéndolos así en universales e inamovibles.
Percibimos la supuesta situación de inferioridad de la mujer en las sociedades islámicas como la principal manifestación del atraso y el fanatismo religioso atribuido desde antaño a los musulmanes. Pero ¿es real la idea generalizada de las mujeres sumisas y “secuestradas” o solo fruto de nuestros prejuicios y etnocentrismo?
En tiempos de Mahoma: el nacimiento del Islam
Por esta segunda opción se decanta la historiadora y especialista en el mundo árabe Dolors Bramon, quien aduce dos razones principales. La primera es considerar al islam como una “entidad monolítica”. Si nos es fácil aceptar la gran diversidad del mundo occidental, deberíamos tratar de entender mejor la del mundo del islam. La segunda, “el abuso y el mal uso de la terminología con la que Occidente se refiere a la manera de entender a Dios que es propia del islam”.
La obligación de ocultar el cuerpo ha sido fuente de muchas polémicas en el mundo islámico. En la imagen, cuatro mujeres caminan envueltas en sus chadores. Foto: AGE.
M. Laure Rodríguez Quiroga, autora de Falsos mitos de la mujer en el islam (Almuzara, 2017), habla de una islamofobia de más de quinientos años, surgida de la persecución de la población musulmana. En su obra, recoge tres momentos clave: la Reconquista, enmarcada en el fin de Al-Ándalus y la expulsión de los moriscos; la colonización europea de los siglos XIX y XX, caracterizada por el etnocentrismo; y la Guerra del Golfo de 1991 y las teorías de Samuel Huntington sobre el “choque de civilizaciones”.
El Corán: ¿un texto “feminista”?
Según Bramon, el Corán puede considerarse un libro feminista avant la lettre. Si se contextualiza en su lugar y su momento –la sociedad árabe del siglo VII, con costumbres ancestrales sin discusiones de género–, resulta chocante que recoja expresiones como estas: “… los musulmanes y las musulmanas, los creyentes y las creyentes, los devotos y las devotas, los sinceros y las sinceras…”. El empleo del masculino y el femenino no sería necesario pues, igual que en castellano, en la lengua árabe el masculino se refiere a ambos géneros. “Oh varones, en verdad vuestras mujeres tienen derecho sobre vosotros; aseguradles el trato mejor”, puede leerse asimismo en el libro sagrado del islam, que contiene según los musulmanes la palabra de Dios revelada al profeta Mahoma.
Así, el Corán significó una considerable mejora para las mujeres que vivían en la península Arábiga, donde con frecuencia se mataba a las niñas. Prohibía enterrar vivas a las recién nacidas, fijó normas para la protección de la viuda y el huérfano, garantizó la devolución de la dote a la esposa repudiada injustamente y facilitó que la mujer pasase de ser objeto de herencia a poder heredar.
Pros y contras
No obstante, es preciso matizar. Aunque, a diferencia de otras religiones “reveladas”, como el cristianismo, el islam ignora el pecado original y exime de culpabilidad a Eva y, por extensión, al resto de féminas, es innegable su situación de sumisión establecida por el corpus doctrinal. Las leyes que permiten que el varón les prohíba trabajar, viajar al extranjero o salir de casa cuando ellas quieran son algunos ejemplos.
A diferencia de lo que sucede en otras religiones “reveladas”, como el cristianismo y el judaísmo, el islam ignora el pecado original y exime de culpabilidad a Eva –aquí, pintada por Tiziano–. Aun así, su situación de sumisión es innegable. Foto: Álbum.
Aunque en este punto vale la pena un pequeño inciso para recordar, por ejemplo, que tras la Guerra Civil de 1936 en España, las mujeres no podían trabajar sin permiso del esposo, suscribir contratos, abrir una cuenta corriente, administrar bienes… No lograron la equiparación jurídica hasta la Constitución de 1978.
El franquismo, historia de una dictadura hecha a medida
En general, aparte de cuestiones como la supuesta obligación del velo, puede decirse que en la Edad Media las musulmanas vivían mejor. En el matrimonio islámico, podían pedir el divorcio y la monogamia; aunque el Corán reconoce la poligamia, no la recomienda y la mayoría de musulmanes han sido y son monógamos. Aparte, contempla el derecho a satisfacer la libido de ambos esposos, una idea que parece estar a años luz de la misoginia de los autores más influyentes del cristianismo, como san Agustín.
Según explica Bramon, “en la primera generación de árabes a quienes llegó el mensaje del islam se produjo un paso de gigante con respecto a la liberación femenina. Pero este paso de gigante en seguida entró en regresión y dio marcha atrás a causa de las tergiversaciones que se hicieron en las generaciones siguientes”.
Musulmanas con poder
Cuando hablamos de los derechos de las mujeres en el mundo musulmán, solemos centrarnos en la opresión y marginalización a las que muchas están sometidas, pero olvidamos el papel político que han jugado algunas de ellas. Habría que empezar hablando de Bilqis, la legendaria reina de Saba, soberana de un territorio del sudoeste de la península Arábiga, en el actual Yemen, hacia el siglo X a.C. De ella habla positivamente el Corán, mencionando la forma en que consultaba a sus consejeros.
En vida de Mahoma, hallamos la primera gran muestra de intervención de las mujeres en la vida política: la firma del Pacto de Aqaba, desfiladero próximo a La Meca donde los habitantes de Medina acordaron proteger y ayudar al Profeta. Dicho acuerdo, que marcó un punto y aparte en la historia del islam, fue bautizado como “el tratado de las mujeres”, pues había un buen número de ellas.
En el desfiladero de Aqaba (arriba), próximo a La Meca, los habitantes de Medina firmaron un pacto para ayudar al Profeta. Este se conoció como “el tratado de las mujeres” debido a la gran presencia femenina. Foto: AGE.
Ya en el siglo IX, la reina Zubayda, primera esposa del califa de Bagdad Harun al-Rashid, expresaba sus opiniones en público. Y bastantes mujeres tuvieron una destacada influencia en el gobierno a través de sus maridos o como regentes de sus descendientes. Un ejemplo es Safiyya Jatun (1167-1242), que gobernó Alepo seis años en nombre de su nieto.
Mención aparte merece Shajarat Al-Durr, considerada por algunos como la fundadora del poder de los mamelucos en Egipto. Cuando en 1249, en el marco de la Séptima Cruzada, Luis IX de Francia desembarcó en Egipto, ella dirigió la resistencia. Negoció con los comandantes mantener en secreto la muerte de su esposo, caído en combate, para evitar una peligrosa inestabilidad política, y ella misma siguió luchando y logró capturar al monarca galo. Este, a cambio de su liberación, entregó Damieta y un cuantioso rescate.
Las dos últimas Cruzadas, el adiós definitivo de los cristianos a Tierra Santa
Fernando Cohnen
Juan Castroviejo
Los mamelucos decidieron nombrar soberana a Shajarat, un caso único en la historia del Egipto musulmán, pero el califa abasí Al-Mustasim se negó a reconocerla y el ejército hubo de deponerla. Ella resolvió el conflicto casándose con un poderoso general, ‘Azz ad-Din, y se aseguró de que en las monedas y en los documentos aparecieran los nombres de ambos. La perdición de Shajarat fueron los celos, pues no soportó que su marido decidiera tener otra esposa y mandó matarlo. Ella moriría a manos de los esclavos de este.
El cuadro El turbante, de William Clarke Wontner, ha sido considerado una posible representación de Shajarat Al-Durr, soberana de los mamelucos de Egipto. Foto: Álbum.
De Razia a Subh um Walad
También el sultanato de Delhi, capital del gran reino musulmán de la India, estuvo gobernado por una mujer: Razia. No era esclava, como lo había sido Shajarat, sino la hija del sultán Iltutmish, a quien sucedió durante cuatro años del siglo XIII. Ejerció una autoridad completa; acuñó moneda y dirigió el ejército. Según contó Ibn Battuta, una de sus primeras actuaciones en el poder fue quitarse el velo: “Montaba como los hombres, armada de arco y carcaj; y no se cubría la cara”, relató el viajero musulmán.
También sorprendió a Ibn Battuta el respeto que los mogoles mostraban a las mujeres, a las que exhibían junto a ellos, sin velo, en ceremonias religiosas. Y a su paso por las islas Maldivas, escribió sobre la sultana Jadiya bint ‘Umar al-Bengalí, que reinó de 1347 a 1379.
Otra mujer reconocida como “jefa de Estado” fue Asma bint Shihab, que en el siglo XI ejerció de corregente de Yemen junto a su marido. Prueba de su alto estatus es que en las mezquitas se pronunciara la jutba (sermón) en su nombre. Y en la centuria siguiente, Arwa al-Sulayhi, conocida como “la noble dama”, gobernó Yemen durante más de setenta años.
La mística sufí Rabi’a Al-Adawiyya, representada en una miniatura india del siglo XVIII. Foto: Álbum.
También en Al-Ándalus encontramos ejemplos de musulmanas con poder. Entre ellas, Subh um Walad, más conocida como Subh y llamada Aurora en las crónicas cristianas. Esta cautiva vascona llegó a ser la esposa favorita del califa de Córdoba, Al-Hakam II, quien la hacía vestir como un joven y le permitía participar en reuniones vetadas a las mujeres.
Subh dominó la vida cortesana en Medina Azahara y logró una gran influencia en la política del Califato durante la segunda mitad del siglo X. Fue la mujer más influyente en el reino más poderoso de la época y gobernó como regente de su hijo, Hisham II, con el apoyo de su tutor Almanzor, hasta que este, al que ella había protegido, se hizo con el poder absoluto. Si hacemos caso de los rumores, eran amantes.
Las mujeres en la corte de al-Ándalus y su influencia en la política
El innegable peso político de las mujeres en el mundo islámico no se limita al pasado. La primera en gobernar un país musulmán en el siglo XX fue Benazir Bhutto, “la Dama de Hierro” de Pakistán. Convencida de que islam y democracia eran compatibles, fue dos veces primera ministra (1988-1990 y 1993-1996). Pero el ejército no confió en ella y la acusó de corrupción. Obligada a exiliarse, su figura abrió una brecha de esperanza en la lucha contra el extremismo islámico hasta su muerte en 2007, víctima de un atentado.
Benazir Bhutto, primera ministra de Pakistán en los años noventa, fue asesinada en 2007. Foto: Getty.
En los tiempos modernos
Tampoco lo tuvo fácil Tansu Çiller, primera ministra de Turquía de 1993 a 1996: hubo de afrontar el conflicto armado entre las fuerzas turcas y los separatistas kurdos. Al frente de Indonesia estuvo Megawati Sukarnoputri, hija de Sukarno, el histórico líder que llevó al país a la independencia. Ya en 1999 había obtenido una aplastante victoria, pero no pudo alcanzar la presidencia por la oposición de los partidos musulmanes, que no toleraban que una mujer ostentara el cargo. Finalmente, en 2001 logró dicho apoyo y dirigió el país hasta 2004.
En marzo de 2001, Mame Madior Boye se convirtió en primera ministra de Senegal. Unos años después, el presidente del país, Abdoulaye Wade, anunció su intención de reforzar la presencia de mujeres en las instituciones, así que en 2013 Aminata Touré, militante feminista, activista de los derechos humanos y hasta entonces ministra de Justicia, seguiría los pasos de su predecesora.
Megawati Sukarnoputri (izqda.), hija del histórico líder Sukarno, dirigió Indonesia entre 2001 y 2004, y Aminata Touré (dcha.), militante feminista y antigua ministra de Justicia, fue primera ministra de Senegal entre 2013 y 2014. Fotos: Getty.
También la musulmana Kosovo contó, de 2011 a 2016, con una presidenta: Atifete Jahjaga. Entre sus medidas para mejorar la situación de sus congéneres, organizó una cumbre internacional sobre la mujer a la que acudieron más de 200 líderes de todo el mundo.
En las últimas décadas, Bangladés ha contado con dos primeras ministras: Jaleda Zia en dos ocasiones (1991-1996 y 2001-2006) y, desde 2009, Sheikh Hasina. Las medidas de esta última en educación evidencian su compromiso con la lucha feminista y se han traducido en una mayor presencia de niñas en las escuelas. A esta lista hay que añadir a Roza Otunbáyeva, presidenta de Kirguizistán de 2010 a 2011, y a Ameenah Fakim, al frente de la República de Mauricio de 2015 a 2018.
Atifete Jahjaga (izqda.), presidenta de 1 Kosovo entre 2011 y 2016 y Ameenah Fakim (dcha.), presidenta de la República de Mauricio de 2015 a 2018. Fotos: Getty.
Permisividad o prohibición
Antes y ahora, es imposible pensar en la mujer en el islam sin imaginar un velo. En el Corán hay pocas referencias a él y, aunque usemos este término, habríamos de diferenciar entre varios tipos de prendas. Además, hay que aclarar que hiyab, palabra popularizada en Occidente que significa “cobertura”, no solo alude a una prenda sino a la norma de cubrir el cuerpo de las mujeres; se habla de “respetar el hiyab”.
Entre las prendas en cuestión están la shayla, un pañuelo largo que se enrolla en el cuello y se engancha a la altura de los hombros; el chador, que cubre todo el cuerpo y deja ver el rostro; el niqab, que tapa toda la cara excepto por una abertura a la altura de los ojos, y el burka, que cubre la totalidad del cuerpo con solo una rejilla en los ojos.
Diferentes tipos de velo islámico. Foto: El País.
Al margen de la terminología, en Occidente se ha abierto un debate sobre si es o no aceptable el uso del velo, relacionado con la total dependencia del varón. Algunos países europeos han prohibido llevar el niqab o el burka en espacios públicos. Incluso, en marzo de 2018, una universidad estatal islámica de Indonesia –país en el que más del 86% de sus más de 260 millones de habitantes practica el islam– prohibió a las estudiantes llevar burka y recibió duras críticas de activistas musulmanes.
Controversia creó, asimismo, la teoría sobre el origen del velo de la centenaria (104 años) historiadora turca Muazzez Ilmiye Çig: sería el pañuelo de las sacerdotisas sumerias que hace unos 5.000 años iniciaban a las jóvenes en la sexualidad. Un tribunal la exculpó en 2006.
Mientras cada vez más se habla de feminismo y empoderamiento femenino, el velo parece haber quedado como símbolo. Para muchos, la clave está en la libertad de elección de las mujeres de llevarlo o no… pero esta no resulta tan sencilla de aplicar.
Fuente:
Autor: juancastroviejo